La necesidad de migrar y las pocas garantías están causando una crisis humanitaria en la frontera colombo-panameña. ¿Qué han prometido y no han hecho los gobiernos para salvar vidas humanas y proteger los territorios?
Nubia Janeth Ruíz*
Una nueva frontera
Hace aproximadamente diez años se abrió una nueva frontera migratoria en la dirección al norte, a los Estados Unidos: la selva del Darién.
La apertura de esta frontera demuestra que las urgencias de millones de personas, que definen salir de su lugar de origen y asumir una condición de migrantes, pueden más que cualquier barrera natural o artificial.
El paso por el Darién es hoy por hoy una de las fronteras más importantes del mundo y se sumó a las fronteras existentes entre el Sur y el Norte globales; además, muestra patrones similares de territorios complejos, controlados por grupos irregulares, donde la vida y la necesidad de miles de personas se configuran en un negocio altamente rentable Los migrantes son capaces de atravesar océanos, desiertos, muros, fosos. Demuestran que la esperanza de una vida mejor es una fuerza determinante para transformar las condiciones adversas que los expulsan de sus lugares habituales de vivienda.
La condición de migrante
Pero pasar hacia la condición de migrantes no es un camino fácil. Los trayectos para llegar al destino están llenos de barreras legales e ilegales. Son territorios controlados por redes de carácter ilegal que entrecruzan sus acciones delictivas con instituciones legalmente constituidas. Entre las unas y las otras se encargan de establecer rutas cada vez más costosa y más riesgosa para la propia vida.
En seis meses corridos del presente año ya se ha superado el total de los migrantes registrados durante todo el año anterior.
Los grupos criminales ejercen control territorial por los beneficios económicos que implica la migración. Es un negocio altamente rentable para todos los actores que están en juego.
La selva del Darién, ubicada en la frontera colombo-panameña, es el único punto donde se rompe la continuidad de la red vial que conecta de extremo a extremo el continente americano.
Se trata de una de las regiones de mayor biodiversidad del mundo, de gran riqueza ambiental. Cuenta con una densa vegetación selvática que la convierte en una trampa mortal para los seres humanos.
Migrantes del Sur global
Las dificultades aumentan para quienes optan por esta ruta desde los países extracontinentales, procedentes especialmente de África y de Asia. Las rutas recorridas por algunos migrantes que llegan a este paso fronterizo son de largas distancias. Se han encontrado individuos y familias procedentes de Asia que han recorrido más de 15 mil kilómetros en distintos medios de transporte.
Algunos deben atravesar en promedio diez países antes de llegar a Colombia y, si logran sobrepasar el tapón del Darién, tendrán que atravesar los países de centro América hasta llegar a México e intentar superar la frontera con Estados Unidos.
Las miles de personas que se aglomeran en esta frontera vienen de orígenes muy diversos, se han hallado alrededor de 72 nacionalidades. Además, algunas trayectorias han durado años, testimonios hablan de tres o hasta cinco años, desde el momento de salir de su lugar de origen hasta llegar a la frontera con Estados Unidos.
Todos los países de origen de la población que pasa por la frontera sobre el tapón del Darién son territorios del Sur. Territorios agobiados por la guerra, sobreexplotados en sus recursos naturales, que tienen indicadores de alta vulnerabilidad en las condiciones de vida. Regiones violentadas por las estrategias económicas, políticas y geopolíticas; “zonas de sacrificio” en palabras de Naomi Klein.

Las rutas construidas por esta migración tienen particularidades referentes a los puntos por donde los migrantes extracontinentales ingresan a América. Lo hacen fundamentalmente por Brasil y por el Caribe. El ingreso por la zona sur del Brasil es principalmente de población procedente de países africanos, llegan en embarcaciones que atraviesan el atlántico; una alta proporción de las personas procedentes del Asia ingresan por el Caribe y lo hacen por vía aérea.
Nuevos motores de la migración
El flujo de personas migrantes ha aumentado exponencialmente, pasando de 559 personas registradas en 2010 a 30 mil en 2016, 248.284 en 2022 y a un estimado de 251.758 entre enero y julio de este año.

En seis meses corridos del presente año ya se ha superado el total de los migrantes registrados durante todo el año anterior. Dato altamente significativo que ejemplifica la crisis que la región presenta actualmente.
Esta migración es preponderantemente masculina: en promedio desde 2018, el 74 % son hombres y el 26 % mujeres. Otra particularidad es la elevada presencia de niños y niñas: en promedio el 22 % son menores de edad.
El aumento del flujo de migrantes después de la pandemia refleja diversas realidades:
– En primer lugar, la crisis vital en la que han quedado los territorios del Sur después de las restricciones económicas, la destrucción de fuentes de empleo causada por el cierre de la producción y la parálisis de las cadenas de abastecimiento y logísticas.
-En segundo lugar, las cada vez más fuertes restricciones de las políticas migratorias entre el Sur empobrecido y el Norte hegemónico, que sigue siendo un destino vendido como la posibilidad de mejorar las condiciones de vida.
-En tercer lugar, la profundización de las condiciones de sobrexplotación y destrucción medioambiental que soportan los territorios ubicados en el hemisferio sur, que son los espacios del mundo donde el calentamiento global propicia el mayor número de desplazados y migrantes ambientales.
De aquí resulta que las poblaciones acorraladas económicamente, ambientalmente y amenazadas por las guerras deciden migrar.
Migrantes entre Colombia-Panamá, enero a julio 2023
Total 251.758 | |||||||
Venezuela | 138.588 | Perú | 1.656 | Burkina Faso | 422 | Guinea | 203 |
Ecuador | 34.894 | Nepal | 1.438 | Rep. Dominicana | 418 | Etiopía | 175 |
Haití | 34.165 | Camerún | 1.034 | Eritrea | 383 | Siria | 144 |
China | 10.546 | Bangladesh | 999 | Ghana | 356 | Kirguistán | 137 |
Colombia | 8.287 | Somalia | 901 | Vietnam | 341 | Mali | 128 |
Chile | 3.755 | Pakistán | 707 | Congo | 298 | Sierra Leona | 127 |
India | 3.311 | Cuba | 528 | Sri Lanka | 285 | Chad | 112 |
Brasil | 3.047 | Angola | 464 | Sudán | 283 | Irán | 106 |
Afganistán | 2.042 | Nigeria | 454 | Guyana Francesa | 268 | Otros Países | 756 |
El mayor volumen de migrantes procede de América Latina y el Caribe. Venezuela, Ecuador y Haití son las primeras tres nacionalidades, seguidas de la China. Estos cuatro países constituyen el 87 % del total de los migrantes registrados en lo corrido del 2023.
Mientras que desde mediados de la década pasada Panamá creó espacios humanitarios para atender la población que logra sobrepasar la selva entregándoles apoyos vitales y transportándolos vía terrestre hasta la frontera con Costa Rica, el gobierno de Colombia ha pretendido ignorar este fenómeno

Un origen importante de este flujo migratorio confirma la perspectiva de que son las disputas geopolíticas y económicas donde la población indefensa se ve obligada a huir. Los datos sobre mortalidad en esta frontera son igualmente alarmantes. La Organización Internacional para las Migraciones (OMI) estima que entre 2014 y 2020 fallecieron y/o desaparecieron cerca de 4.137 personas por diversas razones. Pero no solo las dificultades geográficas y ambientales son trampas mortales, sino que la causa principal ha sido la violencia.
¿Ruta clara?
Esas cifras no pueden seguir siendo ignoradas: tenemos que exigir medidas de cooperación integrales para atender las necesidades de la población migrante. No apenas para quienes se dirigen al Norte en busca de mejores oportunidades; también para quienes viven en los territorios de tránsito que se ven afectado por el proceso migratorio.
Las acciones de los gobiernos involucrados han sido limitadas, como en Panamá y, en algunos casos, ha sido inexistente, como en Colombia hasta comienzos del presente año.
Mientras que desde mediados de la década pasada Panamá creó espacios humanitarios para atender la población que logra sobrepasar la selva entregándoles apoyos vitales y transportándolos vía terrestre hasta la frontera con Costa Rica, el gobierno de Colombia ha pretendido ignorar este fenómeno y se niega a asumir cualquier responsabilidad.
Apenas en febrero de este año Colombia se asoció al mecanismo de coordinación trilateral con Panamá y Estados Unidos, cuyo fin es diseñar acuerdos de cooperación y acciones conjuntas para lograr que la migración sea ordenada y controlada desde las perspectivas gubernamentales.
Esta reunión concretó tres objetivos ambiciosos para ser realizados en sesenta días:
- Poner fin al movimiento ilícito de personas y bienes a través del Darién por corredores terrestres y marítimos, quienes son conducidos a la muerte y a la explotación de personas vulnerables para obtener ganancias significativas.
- Abrir nuevas vías legales y flexibles para decenas de miles de migrantes y refugiados como alternativa a la migración irregular.
- Lanzar un plan para reducir la pobreza, mejorar la prestación de servicios públicos, crear empleos y promover oportunidades económicas y sostenibles en las comunidades fronterizas del norte de Colombia y el sur de Panamá, a través de asociaciones internacionales entre instituciones financieras, la sociedad civil y el sector privado.
Hoy, cinco meses después de dicha cumbre, el territorio del Darién se mantiene sumido en una grave crisis humanitaria. Se estima que diariamente llegan a la frontera cerca 2 mil personas en condiciones de la alta vulnerabilidad. Aún estamos lejos de aplicar las políticas anunciadas y de asumir las responsabilidades que corresponden a los gobiernos de la región.
El paso por el tapón del Darién es una nueva frontera global de la migración Sur-Norte, comparte as complejidades de dichos territorios y pone de presente las consecuencias de las disputas geopolíticas presentes hoy en el mundo.
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