La producción de conocimiento, la formación de científicos, la inversión local en ciencia y la economía local se ven afectadas por prácticas "paternalistas" del Norte global.
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Restos fósiles del dinosaurio del género Irritator, que vivió a mediados del período Cretácico, hace aproximadamente 110 millones de años en lo que hoy es Sudamérica.Imagen: Kabacchi/CC/Wikipedia
"Ciencia paracaídas", "ciencia parasitaria" o colonialismo científico: todos términos que hablan de los desequilibrios en la ciencia. Y de sus efectos, que lejos están de ser neutrales.
"En este tipo de práctica colonialista en la ciencia, los investigadores, generalmente del norte global, se sienten libres de visitar otros países para recoger datos y regresar a sus territorios para procesarlos, sin establecer contactos ni cooperación con la comunidad y los investigadores locales”, critica en diálogo con este medio la paleontóloga Aline Ghilardi, profesora de la Universidad Federal del Río Grande del Norte de Brasil.
"También es frecuente que investigadores extranjeros compren fósiles de otros países, aunque ello vaya en contra de las leyes de ese país", denuncia Ghilardi. Y luego "acaban publicando artículos sin haber visitado nunca el lugar de donde proceden los fósiles", indica. "Esto conduce a una investigación de mala calidad, sin contexto”, advierte la investigadora.
"Este caso no es único. Hay cientos de casos similares y afectan directamente a la población local y a los investigadores”, lamenta.
Y correlaciona: "La literatura y la industria cinematográfica siguen contribuyendo a reforzar los estereotipos: 'el hombre blanco explorador que va a lugares lejanos y desconocidos, llenos de salvajes, en busca de fósiles y artefactos raros'".
Paternalismo en acción
"La 'ciencia paracaídas' supone un gran grado de paternalismo", sostiene, por su parte, la doctora en química industrial por la Universidad de Buenos Aires Mercedes García Carrillo en diálogo con DW.
"Estas prácticas son parte de lo que se llama extractivismo de conocimiento”, profundiza la investigadora asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas argentino, CONICET, "en tanto se convierte al conocimiento en una mercancía apropiable", define y reprueba a la vez.
Científicos excaban vértebras desarticuladas del esqueleto de Perucetus colossus en la provincia de Ica, al sur de Perú (Foto de archivo).Imagen: Giovanni Bianucci/Department of Earth Sciences, University of Pisa/AP/picture alliance
¿Las consecuencias? "Se contribuye así a ahondar las desigualdades globales, al obstaculizar el desarrollo científico y económico de los países afectados" asegura Ghilardi. "La producción de conocimiento, la formación de científicos, la inversión local en ciencia y la economía local se ven afectadas”, puntualiza la paleontóloga.
Dependencia académica
"Existe también un colonialismo académico”, agrega, asimismo, la investigadora argentina García Carrillo, "que determina cómo se construyen las agendas de investigación en los países del Sur global”.
Y sus consecuencias no son abstractas. García Carrillo, junto a un grupo de colegas, (Testoni, Gagnon, Rikap y Blaustein) se dieron a la tarea de contabilizar el fenómeno, para lo cual analizaron cerca de 100.000 artículos científicossobre salud y biomedicina publicados en las revistas de mayor impacto internacional.
Y concluyen: "Nuestro análisis evidencia una marcada preponderancia hacia la investigación del cáncer (casi el 15 por ciento de menciones en los artículos), y de las afecciones cardiovasculares (8 por ciento)”.
"Lo que resulta llamativo es que otras causas de muerte, como las enfermedades respiratorias, diarreicas o infecciosas, prácticamente no aparecen en esa agenda (menos del 1 por ciento), siendo que este tipo de enfermedades son tan prevalentes como el cáncer y las enfermedades cardiovasculares, pero (la diferencia es que) están asociadas a los países más pobres o a los sectores más pobres de los países ricos", indican.
¿Unos estudian y otros son estudiados?
"Más del 97 por ciento de los datos globales sobre paleontología son producidos por investigadores de Norteamérica y Europa Occidental”, afirma Ghilardi, coautora de un trabajo de referencia sobre la temática.
"Se sabe mucho menos del Sur global, y sus conocimientos son producidos con frecuencia por investigadores del Norte global sin la colaboración de investigadores del país de origen de los materiales. Esto está distorsionando nuestra visión de la vida en el pasado y es algo que no puede ignorarse”, advierte.
Para cambiar el estado de situación, "es importante mostrar la perspectiva de los investigadores del Sur global”, asegura la investigadora brasileña. "Pero necesitamos que los colegas estén dispuestos a escucharnos y a hacer un esfuerzo por comprender. Asumir y renunciar a privilegios nunca es fácil”, concluye Ghilardi.(ms)
Grandes mujeres de la Ciencia
A lo largo de los años, han sido muchas las científicas que han hecho escuela con sus descubrimientos. Muchas veces, se han lucido a pesar del sexismo arraigado también en este campo del conocimiento humano.
La canadiense Donna Strickland es la tercera mujer en recibir el Nobel de Física, después de Marie Curie (1903) y Maria Goeppert-Mayer (1963). Lo recibió junto con el francés Gérard Mourou y el estadounidense Arthur Ashkin. La tarea de la investigadora es desarrollar el láser ultrarápido, que se aplica a millones de cirugías de la vista o en los stents metálicos para el corazón.
Imagen: Reuters/P. Power
Nobel por emular la evolución biológica
Frances H. Arnold es la ganadora del Nobel de Química 2018, junto a George Smith y Gregory P. Winter, por los avances en el desarrollo de proteínas a partir del aprovechamiento del poder de la evolución. Al enterarse de que había ganado el Nobel, dijo que habrá "una oleada de premios Nobel de Química para mujeres". Frances Arnold es la quinta mujer en la historia que logra el Nobel de Química.
Imagen: Reuters/P. McCarten
¿Una fuente celular de la juventud?
La australiano-estadounidense Elizabeth Blackburn ganó el Nobel de Fisiología/Medicina en 2009 por su trabajo sobre los telómeros, una capa protectora que se encuentra al final de nuestros cromosomas. Blackburn codescubrió la telomerasa, que permite que las células se dividan, lo que aparentemente influye en el envejecimiento y podría tener aplicaciones en la lucha contra el cáncer.
Imagen: picture-alliance/dpa/S.Merrell
Injusticia astronómica
El 1967, la física norirlandesa Jocelyn Bell Burnell descubrió una señal que latía a ritmo regular. Detectada por un radiotelescopio, fue apodada "hombrecillo verde 1". Resultó no ser un mensaje ET, sino una estrella de neutrones que giraba a gran velocidad, el primer "púlsar" en ser detectado. En 1974, su supervisor ganó el Nobel por ese descubrimiento. Bell Burner, en cambio, no fue galardonada.
Imagen: Getty Images/AFP/M. Cizek
Los secretos de la insulina
La bioquímica británica Dorothy Hodgkin fue contemporánea de Franklin, y ambas compartieron sus conocimientos. Hodgkin desarrolló técnicas en cristalografía que permitieron dar una idea de las estructura biomolecular, por lo que ganó el Premio Nobel de Química en 1964, convirtiéndose en la tercera mujer en lograrlo. Cinco años después de ganar, Hodgkin descifró la estructura de la insulina.
Imagen: picture-alliance/dpa/Leemage
La 'dama de las células'
Rita Levi-Montalcini (Italia, 1909) vio cortada su carrera por leyes que prohibían a los judíos trabajar en la academia. Sin dejarse amedrentar, instaló un laboratorio en su casa y estudió las fibras nerviosas en los embriones de pollo. Tras la guerra, trabajó en St. Louis, donde aisló el factor de crecimiento nervioso en tejidos cancerosos. Compartió el Nobel por ello en 1986 con Stanley Cohen.
Imagen: picture-alliance/maxppp/Leemage
Descubriendo la vida de los chimpancés
La primatóloga británica Jane Goodall es considerada la mayor experta mundial en chimpancés y ha pasado décadas estudiando el comportamiento social y las interacciones familiares en estos primates del Parque Nacional Gombe Stream en Tanzania. Como puso nombres a los animales, se ganó las críticas de quienes la acusan de antropomorfizar a los sujetos de estudio.
Imagen: picture alliance/Photoshot
Desenrollando la doble hélice
Rosalind Franklin nunca recibió el Nobel, aunque muchos creen que debió ser galardonada. La biofísica fue una cristalógrafa cuyo trabajo (suyas son las imágenes por difracción de rayos X que revelaron la forma del ADN) permitió a James Watson y Francis Crick descubrir la doble hélice, por lo que ganaron el Nobel. Al momento en que fue entregado el premio, Franklin había muerto de cáncer.
Imagen: picture-alliance/HIP
Gigante en dos campos
Marie Curie fue la primera mujer en ganar un Premio Nobel. Y no solo eso: fue la primera persona en ganarlo dos veces. Nacida en Varsovia en 1867, vivió en Francia desde 1891. Curie compartió el Premio Nobel de Física de 1903, por un trabajo sobre la radiación, con su esposo, Pierre, y el físico Henri Becquerel. Luego, en 1911, ganó el Nobel de Química por descubrir el radio y el polonio.
Imagen: picture alliance/United Archiv
La hija del poeta y un nuevo lenguaje
Nacida en 1815, Ada Lovelace era hija del poeta Lord Byron. Talentosa, escribió, a mediados del siglo XIX, las instrucciones para el primer programa computacional. Fue la primera persona en darse cuenta de que las conmputadoras, aún una mera abstracción, tenían el potencial de ir más allá de los cálculos matemáticos. Es conocida por su trabajo sobre la "máquina analítica" de Charles Babbage.
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