El puerto sobre el río Magdalena donde volvió el tiempo y el amor nunca se fue

 https://www.elespectador.com/ El Espectador. 5 de Febrero de 2024.


Los calderos están prendidos y las fonderas con su experiencia colocan el pescado que es de río. Un turista de Bucaramanga pregunta con que lo puede acompañar. - ¿Cómo lo quiere frito, guisado o en caldo? - El bocachico se come con arroz, yuca, papa, plátano o ensalada en el festival organizado para estas fiestas. Las mesas ordenadas esperan a los comensales que una vez terminada las actividades de la fe, religiosamente se sientan en la mesa a esperar su pescado.

Festival del Bocachico.

Festival del Bocachico. Foto: Cortesía

Por Pedro Mendoza.

Es un municipio ubicado en el norte de Colombia, el segundo más importante para el departamento de Bolívar, tiene uno de los puertos fluviales más diversificados sobre el río Magdalena, que comunica a los departamentos de Sucre y Córdoba. Es Magangué.

Durante cuatro días estuvo de fiesta, teniendo como eje principal a la Virgen de la Candelaria que desde el siglo XVIII es un signo de fe para los navegantes de los ríos Cauca, San Jorge y el Magdalena.

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Esta celebración que tiene más de dos siglos de antigüedad es Patrimonio Cultural de la Nación, según la ley 2230 del 2022. En uno de los apartes sostiene que es para garantizar su reconocimiento a nivel nacional e internacional y dinamizar el turismo en la región.

Ayer domingo terminaron los cuatro días que duró el encuentro de la fe, cultura, gastronomía y todo lo que significa la vida junto al río.

Desde el siglo XVIII la veneración de Virgen de la Candelaria obedece a   sus milagros y protección en contra de los males a pescadores del río.

Desde el siglo XVIII la veneración de Virgen de la Candelaria obedece a sus milagros y protección en contra de los males a pescadores del río.

Foto: Cortesía

El pasado viernes por primera vez en su historia la iglesia fue vestida por el mapping “La Candelaria, entre aguas, luz y tradición” un proyecto que desarrolló la Gobernación de Bolívar a través de su Instituto de Cultura y Turismo de Bolívar (ICULTUR), estas iniciativas aseguran el desarrollo turístico y será un motor cultural y económico para el departamento.

Hablar de Magangué es recordar a Mercedes Barcha.

El Centro Gabo en el documento “Cuando Mercedes Barcha escribía sobre el río magdalena” sostiene que Mercedes tenía razones de sobra para saber de la importancia del río Magdalena. “Nació en 1932 en Magangué, un vibrante puerto que se convirtió en el epicentro del transporte de carga y pasajeros por el río después de que Mompox perdiera importancia en el siglo XIX debido a que el brazo que pasaba por allí languideció y los buques empezaron a preferir el brazo de Loba en sus viajes”.

Sostiene la publicación que cuando García Márquez publicaba su cuento, “La tercera resignación”, en El Espectador en 1947, casi al mismo tiempo “Mercedes escribía y era premiada en su colegio con la publicación de su ensayo Importancia del río Magdalena”.

La Virgen de la Candelaria es el centro de la fe del municipio.

La Virgen de la Candelaria es el centro de la fe del municipio.

Foto: Cortesía

Agrega la historia periodística escrita por Nicolás Pernett que, de hecho, fue en Magangué que el joven García Márquez tomó el buque de vapor que lo llevó al interior cuando se fue a estudiar a Bogotá en 1943. Dicen que Mercedes pasaba su juventud junto a los ríos de su región. “Primero en su natal Magangué, luego en Sucre, donde conoció al que llamaban Gabito, y finalmente en Mompox donde aprendió y escribió sobre el Magdalena”.

El Espectador viajó a este municipio, el segundo más importante del departamento de Bolívar. Llegar allí toma un tiempo de 5 horas desde Cartagena. Sus habitantes son gente amable, acomedida y con un gran apego a las costumbres y la tradición oral.

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En sus calles después de las seis de la tarde es difícil que se consiga un taxi, pero como dice una señora, “mijo, hay más motos que personas y lo llevan a donde quiera”.

La virgen es el centro de la fe del municipio. Durante los días de la celebración en las calles se sentía la alegría y el fervor. En la procesión del viernes casi todos los habitantes además de feligreses de otras ciudades se visten de blanco.

La Virgen de la Candelaria es el centro de la fe del municipio.

La Virgen de la Candelaria es el centro de la fe del municipio.

Foto: Cortesía

Desde el siglo XVIII la veneración de Virgen de la Candelaria obedece a sus milagros y protección en contra de los males a pescadores del río, de los naufragios ocasionados según la historia por el Mohán, demonio que la Virgen de las Candelas encadenó.

Marco Puente ha vestido a la virgen para la fiesta en dos oportunidades, es una tradición que las familias buscan durante mucho tiempo. Cada año una diferente la viste además de proveer las flores. Me dice que es un costo alto, pero se debe hablar de la fe. Hay que inscribirse y pasan años para tener el cupo, pero la “fe todo lo puede”.

“En el vestido de la Virgen lo más importante que tiene es el manto protector, es la grandeza en el tema del vestuario y la importancia del manto en todos los cristianos”. Las procesiones se acompañan de velas encendidas y junto a la iglesia artesanos venden estampas, rosarios y veladoras.

El tiempo pasa lento por el calor en Magangué, en 1912 la población de este municipio era de 13.406 habitantes, según cifras de un estudio del Banco de la República. Un aproximado a la fecha la ciudad cuenta con más de 137.000 habitantes y ocupa el segundo lugar en tamaño de la población en Bolívar después de Cartagena. Hay situaciones de pobreza e inseguridad.

El tiempo detenido

En la parte alta de la iglesia, centro de la ciudad está el reloj. Duro cuarenta años sin funcionar, como si el tiempo estuviera estático, pareciera que el realismo mágico se mantuviera muy vivo en el puerto a orillas del Magdalena.

El amor continuaba, pero fueron más de 14 mil días con sus noches que el reloj dejo de marchar, por poco sería el mismo tiempo que Florentino Ariza esperó al amor de su vida. Fermina Daza, 51 años, 9 meses y 4 días.

En silencio la administración del nuevo gobernador de Bolívar, Yamil Arana se encargó del arreglo de piñones, engranajes y las campanas volvieron a sonar, todo tardó unas pocas semanas y literalmente el tiempo volvió a andar.

“Hicimos una recuperación histórica, totalmente restaurado y también están sonando las campanas. Cada vez que ese reloj marca una nueva hora, está unida al progreso social económico de un municipio que desde hace tiempo estaba esperando esta oportunidad”, le dice a El Espectador la autoridad departamental de Bolívar.

Oriundo de Magangué el gobernador afirma que ya está en licitación el proyecto del gran Malecón del Río que los llevará a mirar el cuerpo de agua de una manera diferente. Suenan las campanas y me dice. “Se da cuenta, el reloj ya funciona”.

Bocachico y artesanías

Los calderos están prendidos y las fonderas con su experiencia colocan el pescado que es de río. Un turista de Bucaramanga pregunta con que lo puede acompañar.

¿Cómo lo quiere frito, guisado, o en caldo?

El bocachico se come con arroz, yuca, papa, plátano o ensalada en el festival organizado para estas fiestas. Las mesas ordenadas esperan a los comensales que, una vez terminada las actividades de la fe, religiosamente se sientan en la mesa a esperar su pescado.

Festival del Bocachico, en Magangué.

Festival del Bocachico, en Magangué.

Foto: Cortesía

También hay otros platos en esta muestra gastronómica como el bagre y las sopas de pescado. El limón está presente, pero le advierten a propios y turistas que hay que tener cuidado con las espinas.

Jairo Ramírez es el gerente del Festival del Bocachico, tiene seis años de fundado por Giovani Meza Menco y la Fundación Terranueva y en las mesas de colores el río es el vecino.

“Nosotros queríamos hacer un homenaje a lo que nos representa que es el bocachico y el río Magdalena porque nos habíamos dado cuenta de que la nueva generación y la ciudadanía, en general le estaban dando la espalda al río”.

En el centro de la ciudad está “La Subidita” una escultura que representa a las mujeres fonderas y el bocachico, ese pescado que solo en estos días de fiesta tenía un horario para servir el ultimo plato. Las cuatro de la tarde.

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Recuerda como en las faenas de pesca y cuando se navega el río se pueden ver los cuerpos de agua con sus paisajes.

En las redes sociales Giovanni Meza deja todos los instantes de esta fiesta acompañados de música, es abogado y promueve la ciudad. Le dice a El Espectador que es todo es una oportunidad para Magangué “como la ciudad Universal, la ciudad de los ríos, la cuna de Mercedes Barcha, el lugar donde Gabriel García Márquez se enamoró”.

Agrega que el festival del Bocachico recupera la memoria ambiental, económica y cultural del Sistema Urbano y Rural.

El bocachico se come con arroz, yuca, papa, plátano o ensalada en el festival.

El bocachico se come con arroz, yuca, papa, plátano o ensalada en el festival.

Foto: Cortesía

“Es la oportunidad de sensibilizarnos frente al Río Magdalena y lo que él nos ofrece para construir hacia el año 2050 una Ciudad pujante, segura y sostenible eje y centro de un sistema metropolitano emergente conformado por Los Montes de María, La Mohana, La Isla de Mompox y Sincelejo.

Muy cerca de las mesas de comida Martha Isabel Manjarrez ofrece sombreros, bolsos y me dice que todo lo hacen en Cascajal muy cerca de Magangué.

La mayor parte de las artesanías son elaboradas en “Palma Sará”, una tradición heredada entre las mujeres. Dice que con el paso del tiempo aprendieron a hacer otras artesanías como bolsos, abanicos y tapetes además de los sombreros tradicionales.

Y así continúan uniéndose el río Magdalena y Magangué en la historia. Este año de nuevo las fiestas de la Virgen de la Candelaria o el recuerdo de aquel 19 de enero de 1961 cuando en este puerto se incendió un barco a vapor.

“Un amigo me llamó por teléfono en México para contarme que el vapor David Arango se había incendiado y convertido en cenizas en el puerto de Magangué. Yo colgué el teléfono con la impresión horrible de que aquel día se había acabado mi juventud, y que todo lo último que quedaba de nuestro río de nostalgias se había ido al carajo”. 1981, Gabriel García Márquez.


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