Por: Lucía Álvarez Enríquez
En las realidades citadinas diversas y multifacéticas contemporáneas resulta difícil hablar de la existencia de una cultura urbana, sin embargo, es posible identificar referentes comunes que generan formas de pertenencia e identidad entre los habitantes del espacio urbano. Desde la Escuela de Chicago, durante la primera mitad del siglo XX, se advirtió sobre la existencia de una “cultura urbana”, entendida como “sistema específico de normas y valores o, en el plano de los actores, de comportamientos, actitudes y opiniones”, en este caso generada por la vivencia compartida de una “diversidad en la proximidad”(Wirth, 1938)[1]. Y más recientemente, autores como Gilberto Giménez (2016)[2] han apuntado otros aspectos que constituyen rasgos inequívocos de lo que se puede nombrar como una cultura específicamente urbana. Entre éstos menciona a la propia morfología urbana como algo que “…impone a sus habitantes modos de comportamiento específicos, como los modos de habitar, de avecindarse, de comprar y vender, de tratar los deshechos, de convivir y de entretenerse, así como guiones obligados para desplazarse (a pie o en coche), para ocupar los espacios públicos y para transitar por calles y avenidas” (p. 6). De igual manera recupera el tema de la “memoria colectiva” en la ciudad como memorias compartidas de espacios y lugares; el tema de los “imaginarios urbanos”, entendidos como “conjuntos de historias de relatos y de ficciones vinculadas a una ciudad y compartidos por una comunidad, una colectividad o un grupo dentro de la misma (Ver Silva, 2003 y 2006; Rebollo, 2006)[3] y, finalmente, lo que denomina “la cultura de la calle”, que concierne a ciertas prácticas callejeras de grupos o subculturas juveniles (hip hop, Street dance, rap, slam, graffiti, tag, skateboar (patinetas), etc, que se han gestado en las ciudades y tienen en éstas su expresión más visible.
A lo anterior se pueden añadir otros elementos como la experiencia de la convivencia cotidiana con la dualidad simultánea entre “tradición” y “modernidad”, la posibilidad de los tránsitos anónimos por los espacios de la ciudad, donde la individualidad se autonomiza y, la experiencia del individuo construida en “la proximidad” y la sociedad de masas, lo que remite a la convivencia con las multitudes y con la amplia escala de las actividades de la vida urbana (Nivón, 1998).[4]
En este marco, se construyen en la ciudad diversas formas de arraigo y pertenencia, que tienen que ver con lo que lo que Alejandro (1993;36) identifica como: “a) un espacio donde los individuos se comparan al interpretar su pasado y sus tradiciones; b) se reconocen por un lenguaje universal en su relación con el mundo, es decir, la otredad; c) se diferencian entre sí por sus prácticas sociales y por sus conflictos y luchas; se comparan también por su interpretación y valoración del presente”.[5]
A lo anterior se pueden añadir otros elementos como la experiencia de la convivencia cotidiana con la dualidad simultánea entre “tradición” y “modernidad”, la posibilidad de los tránsitos anónimos por los espacios de la ciudad, donde la individualidad se autonomiza y, la experiencia del individuo construida en “la proximidad” y la sociedad de masas, lo que remite a la convivencia con las multitudes y con la amplia escala de las actividades de la vida urbana (Nivón, 1998).[4]
En este marco, se construyen en la ciudad diversas formas de arraigo y pertenencia, que tienen que ver con lo que lo que Alejandro (1993;36) identifica como: “a) un espacio donde los individuos se comparan al interpretar su pasado y sus tradiciones; b) se reconocen por un lenguaje universal en su relación con el mundo, es decir, la otredad; c) se diferencian entre sí por sus prácticas sociales y por sus conflictos y luchas; se comparan también por su interpretación y valoración del presente”.[5]
Por otra parte, como ámbito de confluencia intensiva de la diversidad social y cultural de la sociedad contemporánea, la ciudad es también hoy el lugar natural de la negociación de intereses y la formación de identidades. La ciudad del siglo XXI es el receptáculo de las grandes migraciones, nacionales y extranjeras, donde coinciden, se yuxtaponen y se encuentran cara a cara modos de vida, lenguajes, prácticas sociales y culturas diferenciadas, que se afirman en su particularidad y disputan un espacio en el mismo territorio, al tiempo que gestionan formas de convivencia y aprenden a aceptar, incluso, la modificación de sus propios referentes identitarios originarios. Esta confluencia da lugar a una hibridación propia de las ciudades (García Canclini, 2011), que se
expresa en una forma peculiar de organización de los espacios en los que coexisten grupos pertenecientes a distintas etnias y grupos sociales.
Por otra parte, como ámbito de confluencia intensiva de la diversidad social y cultural de la sociedad contemporánea, la ciudad es también hoy el lugar natural de la negociación de intereses y la formación de identidades. La ciudad del siglo XXI es el receptáculo de las grandes migraciones, nacionales y extranjeras, donde coinciden, se yuxtaponen y se encuentran cara a cara modos de vida, lenguajes, prácticas sociales y culturas diferenciadas, que se afirman en su particularidad y disputan un espacio en el mismo territorio, al tiempo que gestionan formas de convivencia y aprenden a aceptar, incluso, la modificación de sus propios referentes identitarios originarios. Esta confluencia da lugar a una hibridación propia de las ciudades (García Canclini, 2011), que se expresa en una forma peculiar de organización de los espacios en los que coexisten grupos pertenecientes a distintas etnias y grupos sociales.
Por otra parte, como ámbito de confluencia intensiva de la diversidad social y cultural de la sociedad contemporánea, la ciudad es también hoy el lugar natural de la negociación de intereses y la formación de identidades. La ciudad del siglo XXI es el receptáculo de las grandes migraciones, nacionales y extranjeras, donde coinciden, se yuxtaponen y se encuentran cara a cara modos de vida, lenguajes, prácticas sociales y culturas diferenciadas, que se afirman en su particularidad y disputan un espacio en el mismo territorio, al tiempo que gestionan formas de convivencia y aprenden a aceptar, incluso, la modificación de sus propios referentes identitarios originarios. Esta confluencia da lugar a una hibridación propia de las ciudades (García Canclini, 2011), que se expresa en una forma peculiar de organización de los espacios en los que coexisten grupos pertenecientes a distintas etnias y grupos sociales.
Pero la diversidad que se experimenta en la ciudad no responde únicamente a la conjunción de etnias y lenguajes culturales de las variadas sociedades de procedencia. La ciudad es un espacio fragmentado en múltiples dimensiones, donde las pertenencias y las identidades obedecen a factores múltiples y operan en diferentes dimensiones. Por una parte, Signorelli (1999) destaca la influencia de las distintas competencias, pertenencias y disponibilidad de recursos, a partir de las cuales, las desigualdades pueden funcionar como instrumentos de libertad creativa, para algunos, o como instrumentos de opresión y explotación, para otros (p.21)[6]. Por otra parte, García Canclini (2011)[7] identifica que existen factores ligados al crecimiento desmesurado de la urbe y a la globalización, como los cambios simbólicos y tecnológicos, que se traducen en un desigual acceso de los grupos urbanos a la información y a las telecomunicaciones. Todo esto da lugar a grupos con muy diferentes capitales culturales, económicos y sociales que construyen su pertenencia a la ciudad a partir de recursos y referentes cualitativamente distintos.
Es en este sentido que Giménez advierte sobre la diversidad urbana como un fenómeno condensado y complejo, porque la ciudad “… es también el lugar de la diferencia, de la balcanización y de la heterogeneidad cultural. En ella encontramos una extraña yuxtaposición de las culturas más diversas: la cultura cosmopolita de la élite transnacional. La cultura consumista de la clase media adinerada, la cultura pop de amplios sectores juveniles, las culturas religiosas mayoritarias y minoritarias, la cultura de masas impuesta por complejos sistemas mediáticos nacionales y transnacionales, la cultura artística de las clases cultivadas, la cultura étnica de los enclaves indígenas, la cultura obrera de las zonas industriales, las culturas populares de la vecindades de origen pueblerino o rural, las culturas barriales de antigua sedimentación y otras más. (Giménez, 2007)
En el seno de esta densa red de la diversidad urbana, “la identidad” se inscribe necesariamente en la existencia de una multiplicidad de ámbitos de pertenencia que dan lugar a identidades diferenciadas, que a veces se contraponen y a veces sólo son distintas. Además de las antes mencionadas, las identidades urbanas se construyen también a partir de entidades mas “clásicas” y evidentes, como la etnia, el territorio, la clase social, así como de otras identidades colectivas arraigadas en distintos campos de interés o actividades sectoriales (condición etárea, género, movimientos sociales, religión, etc.).
Es en este sentido que Giménez advierte sobre la diversidad urbana como un fenómeno condensado y complejo, porque la ciudad “… es también el lugar de la diferencia, de la balcanización y de la heterogeneidad cultural. En ella encontramos una extraña yuxtaposición de las culturas más diversas: la cultura cosmopolita de la élite transnacional. La cultura consumista de la clase media adinerada, la cultura pop de amplios sectores juveniles, las culturas religiosas mayoritarias y minoritarias, la cultura de masas impuesta por complejos sistemas mediáticos nacionales y transnacionales, la cultura artística de las clases cultivadas, la cultura étnica de los enclaves indígenas, la cultura obrera de las zonas industriales, las culturas populares de la vecindades de origen pueblerino o rural, las culturas barriales de antigua sedimentación y otras más. (Giménez, 2007)
En el seno de esta densa red de la diversidad urbana, “la identidad” se inscribe necesariamente en la existencia de una multiplicidad de ámbitos de pertenencia que dan lugar a identidades diferenciadas, que a veces se contraponen y a veces sólo son distintas. Además de las antes mencionadas, las identidades urbanas se construyen también a partir de entidades mas “clásicas” y evidentes, como la etnia, el territorio, la clase social, así como de otras identidades colectivas arraigadas en distintos campos de interés o actividades sectoriales (condición etárea, género, movimientos sociales, religión, etc.).
[1] Ver, Wirth. Louis (1938) Urbanizatios y a way of life, Citado por Gilberto Giménez, 2016, Op.Cit. p. 2
[2] Ver Giménez, Gilberto (2016) “Las culturas urbanas como un proceso de interculturación generalizada”, ponencia presentada en el Seminario Internacional Los desafíos de la ciudad del siglo XXI, organizado por el Senado de la República y el CEIICH-UNAM, mayo de 2016
[3] Citados por Gilberto Giménez, Op. Cit. 2016
[4] Ver Nivón, Eduardo (2008) Cultura urbana y movimientos sociales, Ed. UAM/CONACULTA, México
[5] Citado por Sergio Tamayo, en Crítica de la Ciudadanía, Ed. Siglo XXI, México, 2010, p.27
[6] Citado por Elorza, Orlando en “Fronteras simbólicas y acceso a la cultura. Desafíos para el ejercicio de los derechos culturales en la colonia Guerrero, Ciudad de México”, tesina de Maestría en Ciencias Antropológicas, UAM-Iztapalapa, México, p. 16
[7] Ver García Canclini, Néstor (2011) “La antropología urbana en México y la cuestión urbana”, en García Canclini (coord..) La antropología urbana en México, CONACULTA/UAM/FCE, México.
[2] Ver Giménez, Gilberto (2016) “Las culturas urbanas como un proceso de interculturación generalizada”, ponencia presentada en el Seminario Internacional Los desafíos de la ciudad del siglo XXI, organizado por el Senado de la República y el CEIICH-UNAM, mayo de 2016
[3] Citados por Gilberto Giménez, Op. Cit. 2016
[4] Ver Nivón, Eduardo (2008) Cultura urbana y movimientos sociales, Ed. UAM/CONACULTA, México
[5] Citado por Sergio Tamayo, en Crítica de la Ciudadanía, Ed. Siglo XXI, México, 2010, p.27
[6] Citado por Elorza, Orlando en “Fronteras simbólicas y acceso a la cultura. Desafíos para el ejercicio de los derechos culturales en la colonia Guerrero, Ciudad de México”, tesina de Maestría en Ciencias Antropológicas, UAM-Iztapalapa, México, p. 16
[7] Ver García Canclini, Néstor (2011) “La antropología urbana en México y la cuestión urbana”, en García Canclini (coord..) La antropología urbana en México, CONACULTA/UAM/FCE, México.
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