REVISTA CIVISMO N° 472 SMP MANIZALES



                                      


Revista Civismo N° 472. SMP Manizales




Órgano informativo de la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales creado el 27 de Mayo de 1936.
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Dirección: Adela Ceballos Peñaloza
Consejo de Redacción: Albeiro Valencia Llano, Claudia Torres Arango, Gildardo Muñoz Gálvez, José Clareth Bonilla y Gonzalo Duque-Escobar.

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CONTENIDO

Ø  Editorial
Por: Adela María Ceballos Peñaloza

Ø  Arboleda-Caldas
Por: Carlos Arturo Castañeda García

Ø  ¿Por qué hay tanta corrupción en Colombia?
Por: Eduardo Lindarte Middleton

Ø  Ecosistemas en riesgo y protección ambiental
Por: Gonzalo Duque Escobar

Ø Mensaje ambiental del Papa Francisco
Por: Gildardo Muñoz G

Ø  Vía del Renacimiento
Por: Consejo de Redacción.

Ø  Dos plataformas logísticas para la ecorregión
Por: Gonzalo Duque Escobar
Marina Jiménez Buitrago

Ø  La poetisa Blanca Isaza de Jaramillo Meza
Por: Claudia Torres Arango

Ø  El ser y el compromiso social un valor ético del humanismo
Por: José Clareth Bonilla Cadavid

Ø  Homenaje al socio José Clareth Bonilla Cadavid
Por: Marina Jiménez Buitrago

Ø  Manizales: “el teatro te abre los brazos”
Por: Consejo de redacción

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Imagen de Portada: El Papa Francisco


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EDITORIAL

Por: Adela María Ceballos Peñaloza


En entrevista al Espectador el expresidente uruguayo José Pepe Mujica expresó: “La lucha final es una cultura de paz”

El proceso de paz que se está llevando a cabo en el país a través de las negociaciones del gobierno con las FARC-EP, han llegado al punto en que éste grupo armado ha entregado las armas y hoy los desmovilizados se han incorporado a la vida civil y democrática, como un partido político. Pero construir la paz no es sólo esto. Somos un país que ha vivido en guerra durante varias generaciones y hemos crecido bajo la sombra de la violencia, de la sangre, de la inseguridad, de la desigualdad, de la pobreza, del rompimiento del tejido social y especialmente de la desconfianza. Nos hemos acostumbrado a oír hablar de la muerte de compatriotas y son muchas las familias que sufren las heridas directas de la guerra. Por eso, el período que se ha llamado de posconflicto, es quizás mucho más difícil que la etapa de negociaciones, porque se requiere que cada colombiano crea en la paz y esté dispuesto a construir una cultura de paz.

Seguramente sanar todas las heridas, lograr el perdón y alcanzar la reconciliación será tarea nuestra y de las próximas generaciones, pero hoy es nuestra responsabilidad hacer todo lo que esté a nuestro alcance por avanzar en la construcción de ese nuevo país. Se requiere entonces iniciar con la educación y formación en competencias ciudadanas que deben inculcarse desde el hogar y la escuela, para que las generaciones del posconflicto, deslegitimen la violencia de la vida cotidiana, aprendan a perdonar, a conciliar y a tolerar las diferencias. Igualmente se deben desarrollar programas de educación donde se enseñe la historia, para que ésta se conozca y se entiendan las causas de los conflictos sociales que han ocasionado la guerra y a partir de ello, iniciar una reconciliación reflexiva, que realmente permita relaciones pacíficas entre los diferentes actores.

El sistema educativo debe jugar un papel fundamental. En el entorno de la escuela, en sus relaciones con la familia y las comunidades, se deben identificar y abordar las problemáticas del país y generar soluciones basadas en el conocimiento social, científico y tecnológico que puedan transformar la sociedad para ofrecer mejor calidad de vida. La participación ciudadana en esos diálogos reflexivos, donde se aborden las diferentes miradas del conflicto, de tal manera que se genere confianza entre los actores y se puedan lograr cambios culturales profundos. La educación debe ser la primera puerta que se abra para que todos los colombianos puedan tener igualdad de oportunidades
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Pero también el Estado debe propiciar las condiciones de desarrollo tecnológico y de infraestructura para que Colombia pueda ser un país moderno, con posibilidades de trabajo para todos, donde el campesino vuelva a ser el dueño de su tierra, con una justicia oportuna y transparente, donde el gasto público sea correcto y eficiente, con una ciudadanía que nuevamente tenga confianza en las instituciones y las reconozca, pero especialmente, un país donde la vida vuelva a ser un principio fundamental al que todos tengamos derecho, respetemos y defendamos.

“Hay que derribar los muros de la desconfianza y el odio, promoviendo una cultura de la reconciliación y solidaridad”. Papa Francisco


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ARBOLEDA - CALDAS, ACUERDO DE PAZ Y MEMORIA COLECTIVA

Por: Carlos Arturo Castañeda García

Qué decir del bipartidismo enfermizo predominante durante años en Colombia, o solo el último periodo de una violencia configurada desde la década de 1940 hasta la actualidad, en donde hemos sido testigos de diferentes acontecimientos como el exterminio de líderes e intelectuales, la conformación de grupos al margen de la Ley, el narcotráfico, la corrupción, entre otros males. Esos que conocemos y aun nos aquejan, aquellos que no abordaremos en detalle por su extensa cronología de hechos, o tal vez porque en las calles de Manizales, hoy la tertulia viene acompañada de diferentes posturas, de una realidad que oscila entre acuerdos de paz y memoria colectiva remembrando hechos acaecidos y más representativos de la región, como aquel ocurrido el 29 de julio del año 2000 en Arboleda, corregimiento de Pensilvania - Caldas.

El departamento de Caldas, a lo largo de su historia siempre se ha caracterizado por la riqueza natural, ubicación geoestratégica y ser un fortín para visionarios, no en vano las guerras civiles, la disputa sobre la margen del Río Chinchiná entre ejércitos del Cauca y Antioquia en el siglo XIX1 ya era uno de los precedentes que impulsaron de manera indirecta el desarrollo de la “ciudad de las puertas abiertas”2.

No menos importante, documentarán los libros de historia que un 29 de julio del año 2000, siendo alrededor de las 09:00 AM, los frentes 9 y 47 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), al mando de alias “Rojas” y alias “Karina”, con un grupo del cual se especula era superior a los 300 guerrilleros, dieron inicio a un hostigamiento que duraría más de 36 horas.

Un balance de la acción terrorista documenta 16 personas asesinadas3, entre ellas 13 miembros de la Policía Nacional, 3 civiles, un desaparecido, destrucción total de la iglesia, estación de Policía, casas aledañas y en términos generales puede hablarse de un 80% del casco urbano del corregimiento de Arboleda afectado. Aún hoy, se recuerda con nostalgia hechos sucedidos hace unos diecisiete años, los cuales, esta zona del departamento de Caldas espera no volver a experimentar ya que “el horror del momento trae consigo la nostalgia del mañana”.

De otra parte, en los campos de Colombia existe una población optimista ya que, desde hace más de 50 años, han escuchado estridentes sonidos de conflicto hoy apaciguados, aquellas “guerras amparadas bajo ideologías cambiantes”, despropósitos que han vulnerado derechos fundamentales de seres humanos que siempre han albergado una luz de esperanza sin importar la violencia configurada desde hace décadas.

De igual modo, si puede hablarse de una cronología de hechos donde las decisiones tomadas por diferentes gobiernos, han sido cruciales para configurar diferentes contextos de éxito y fracaso en acercamientos con grupos al margen de la Ley, tenemos multiplicidad de escenarios en nuestra evocación patria, pero solo hasta el 27 de agosto del año 20124, el presidente Juan Manuel Santos Calderón, anunciaría los acercamientos para entablar diálogos con el grupo terrorista de las FARC, convirtiéndose en una de las acciones más trascendentales en la historia de la nación ya que el 24 de noviembre de 2016, se firma el acuerdo final para la terminación del conflicto en el Teatro Colón de Bogotá.

De esta manera, como era de esperarse, no faltaron las críticas por parte de algunos sectores de la sociedad, que consideraban que era inconcebible sentar a la mesa un grupo que aún no cesaba sus acciones delictivas (algo comprensible), pero desde otra perspectiva, siendo sensatos, “las guerras son afluentes de lágrimas que alimentan mares de miseria”, para el caso de Colombia, no existía en aquel momento un comparativo con precedentes de una guerrilla tan antigua en el mundo como las FARC (fundada un 27 de mayo de 1964)6; esto, era el génesis de un laboratorio del conflicto y la experiencia compartida, tal vez un modelo de aplicación casuístico que ahora puede ser replicado en escenarios alternativos de la comunidad internacional bajo observación de las conocidas misiones de verificación de la ONU7.

Ahora bien, cuántas familias sacrificaron su tranquilidad, conmocionaron su paz interior al saber que sus hijos estaban en medio del conflicto, sobre todo, aquellos pertenecientes a las clases menos favorecidas ya que muchos críticos y dirigentes de la vía negociada con un grupo al margen de la ley, nunca habitaron zonas donde predominaba el terrorismo, ese…“sembrado en los campos, abonado con la indiferencia dirigente y, cosechado en algunas ciudades bajo un reproche imperdonable por parte de algunos sectores”… ese señor de la violencia, motivado en un centralismo nocivo que emana olvido hacia determinadas regiones… pues mucho menos, dirigentes políticos habrían empuñado un fusil para la guerra o, ¿acaso darían a sus hijos un espaldarazo para marchar a fortalecer los héroes anónimos encargados de velar y persistir por el “cese de la horrible noche”8?.   

Bajo las anteriores reflexiones, que fácil es opinar cuando nuestros seres queridos son ofrecidos “como carnada al conflicto” promovido por afanes indolentes, con intereses económicos y politiqueros. Con esto, simplemente incitar a la tolerancia y la realización de un análisis bajo uno de los tantos aportes dados por nuestro ilustre caldense Humberto De La Calle Lombana (Ex - Jefe del Equipo Negociador del Gobierno) quien nos enseñó 15 principios de paz9 basados en las siguientes líneas:
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