CIUDADES VIVAS

En el caso colombiano, las complejas relaciones simbióticas entre acuatorios y territorios, entendidos ambos como construcciones sociales e históricas, deja un enorme vacío en la comprensión de las transformaciones de la estructura ecológica o medio natural que le da soporte no solo al hábitat en los pequeños asentamientos ribereños de pescadores, sino también en las ciudades portuarias de nuestra geografía.

Siendo la bioestructura de este país anfibio una unidad diléctica, la desarticulación de los planes de ordenamiento territorial e hídrico como entidades que inciden sobre una misma unidad espacial, impide evaluar los factores estructurales y las determinantes ambientales requeridas para planificar y optimizar los procesos que subyacen en la oferta y demanda de bienes y servicios, y adecuar las decisiones de los actores sociales.

En Colombia, pese a contarse con un cuantioso patrimonio hídrico que por su cuantía nos ubica en el segundo lugar, a los problemas recurrentes del crecimiento de los territorios de cara a la escasez hídrica y a la precaria  sostenibilidad ecosistémica, se suma la falta de conciencia sobre el impacto del cambio climático acentuando la escaves del agua dulce, como un bien mal distribuido territorialmente y fundamental e imprescindible para la vida, cuya problemática adquiere una nueva dimensión geopolítica tanto a nivel mundial como regional y local.


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