El Universal. Opinión 13-05-2024.
Hace 60 años Cartagena tenía, según el censo del DANE de 1964, 242.085 habitantes, y en el censo de 1973 contaba con 348.961. Sé que a muchos les va a sorprender saber que en dos generaciones pasamos a ser más de 1 millón de habitantes. En estos años la ciudad ha venido transformándose, expandiéndose físicamente, creciendo en casi todos los aspectos visibles de la vida, pero igualmente ha ido perdiendo en otra serie de elementos vitales a las sociedades, por lo menos a la ciudad que casi todos los adultos, quienes hoy pasan de los 50 años, lamentan o se resisten a aceptar o comprender.
Cartagena entró en un proceso de modernización, pero sus instituciones públicas y privadas, su sistema educativo, las características del empleo, las formas de percibir el presente y el futuro, y el universo de referentes de su población no se modernizaron. Nos llegó la modernización, pero no la modernidad. Hoy los sistemas de relaciones sociales y culturales siguen dominados por el apellido, el color, el barrio de residencia o el círculo de amigos y a estos elementos discriminatorios se les ha venido a agregar un mecanismo perverso de profundización de diferencias y exclusiones, como es la estratificación.
Hay muchas descripciones de la modernidad, pero básicamente hacen referencia a un periodo de rupturas, de cambios profundos en la estructura de una sociedad, de transformación en los paradigmas dominantes, en la concepción del mundo y de las relaciones con los demás seres humanos. Lo que hemos visto en la ciudad es la modernización, representado en aspectos intangibles como la radio, la TV, secularización de la vida familiar, de elementos tangibles como la vivienda, los barrios, la industria, los sistemas financieros y más recientemente el internet con la transformación de toda la sociedad, propiciando, entre otros, una gran fractura entre las generaciones.
Una constante en casi todas las sociedades que se han transformado, que se modernizaron, fue la conservación o protección de aquellos valores que cada sociedad estimaba como importantes, como indispensables para perpetuarse como grupo social que se identifica con unos referentes culturales, con unos sentimientos y aspiraciones. Hoy muchas de esas sociedades miran con orgullo y altivez el futuro y sin desdeñar de la tecnología, se la apropian para fortalecerse como sociedades, pues tienen claro que han construido un ethos social, una forma de ser que les da identidad y pertenencia. Uno de los temas que no está claramente establecido, ni visibilizado y menos expuesto intencionalmente en el Plan de Desarrollo 2024 - 2027, es la necesidad de trabajar en la protección de los valores que han caracterizado a la ciudad, pero propiciando la modernización de nuestras estructuras mentales y culturales, a pesar de que en muchos apartes del documento en discusión se observan planteamientos teóricos de punta y disquisiciones que indican claros fundamentos conceptuales modernos.
*Sociólogo.
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