BULLYING
Por: Marina Jiménez Buitrago*
Está subiendo el volumen del matoneo escolar, de la violencia intrafamiliar, del acoso laboral, del feminicidio, del maltrato en general y éste hecho debe encender las alarmas de la sociedad, de la familia, de los gobernantes, porque a la par crecen las oportunidades de enriquecernos como personas, como seres que integramos una sociedad que idealizamos sana, para que nos facilite el desarrollo común de nuestras potencialidades y valores como seres humanos.
Vivimos una época de acceso a la información sin precedentes, porque no sólo está la oferta, con grandes escritores, neurocientíficos, profesionales investigadores, sino que también, se han multiplicado los medios de comunicación para obtenerla, y es así como desde los teléfonos celulares se puede conocer cómo formar un buen ser humano y ser útil a la sociedad, o lo que también ocurre, copiar funestas historias de los bárbaros u otros símiles actuales, innombrables.
La palabra bullying se encuentra derivada del idioma inglés donde bully significa matón, intimidador, ya en acción traduce matoneando, intimidando, que también en nuestro idioma es tiranizar, dominar. En este tiempo de tanto uso de extranjerismos bullying es la definición más popular para este flagelo que daña nuestro tejido social.
Como antecedente del bullying se encuentra el mobbing pero en nuestro idioma Castellano, la palabra bullying se aplica al acoso escolar mientras que mobbing es para el que tiene lugar en el trabajo. Así, el psicólogo sueco-noruego Dan Olweus,
ha tratado el tema desde 1970 y lo define: "Un estudiante es acosado o victimizado cuando está expuesto de manera repetitiva a acciones negativas por parte de uno o más estudiantes, sin capacidad para defenderse".
Es preciso anotar que los académicos afirman que aunque el bullying parece haberse intensificado este último siglo gracias a Internet y a las redes sociales, ha existido desde siempre y además que no es un problema geopolítico focalizado sino que desde muchos ángulos a nivel mundial, los medios de comunicación registran con asombro su aumento. En un caso colindante, según las redes sociales, una encuesta realizada en 2008, arrojó que la mitad de los niños ecuatorianos consultados dijo haber sido golpeado o amenazado por sus compañeros.
Ya conocemos que el bullying, matoneo, burla, ironía, sarcasmo, se manifiesta en forma verbal, emocional, moral, psicológica o física. El peor coctel es la combinación de todas. La violencia y sevicia con que se presenta en las instituciones educativas, ha llevado a muchos jóvenes hasta el suicidio con cifras que cada vez son más deprimentes.
En algunas oportunidades los padres de familia optan por cambiar al joven de colegio, pero esto tampoco frena el maltrato porque mediante las redes sociales siguen persiguiéndolo, irremediablemente ciberbullying. Un caso en Bogotá registra que la familia cambió a su hijo de colegio pero de la misma comunidad, por lo cual en el primer encuentro que hubo de ésta, los matones pagaron a sus nuevos compañeros para que continuaran y hasta arreciaron el bullying que finalmente lo llevó al suicidio.
Recientemente escuché a unas jóvenes negando el bullying escolar, porque según ellas “nunca la habían tocado”, manifestaron que lo único que hacían era burlarse del uniforme arrugado o las medias amarillentas, los zapatos ajados o un morral de propaganda. Y es que en términos generales, el bullying comienza con apodos, insultos, exaltación de defectos físicos, por discriminación, religión, clase social y va creciendo geométricamente en los salones, en los pasillos, en las áreas comunes y se agudiza durante los recreos en los patios escolares.
Dicen algunos psicólogos que atienden estos casos que es muy difícil superar el menoscabo emocional porque el matoneo genera humillación y mucho daño, lacera profundamente y toca las raíces de la autoestima.
La víctima se siente acorralada, impotente, confundida, con miedo, con deseos de huir y no sabe cómo afrontarlo. A veces lo niega y lo peor se lo niega, trata de no mostrar que le está afectando y procura ocultarlo. En ocasiones auspiciados por sus padres, que los retan a ser fuertes, a no dejarse, a no ponerle atención, o a decirle a la profesora. “Se el héroe que salva tu vida”. En este escenario y mientras la vida continua para otros, el niño se paraliza, cambia de actitud, llora en silencio. Y es que los hechos o la manipulación que ejercen los violentos, a veces no es identificable o contundente. ¿Quién lo aporreó? ¿Quién envió la nota?
¿Quién escribió en el tablero? ¿Quién le pegó una burla en la espalda? ¡Quién! Ahora, el papel de los docentes o directivos es definitivo en el manejo de éste tema, unos colaboran con vigilancia y medidas eficaces, pero otros empeoran el agravio tal como sucedió recientemente en la ciudadela de Bosa, donde la profesora encerró a una niña de cinco años en un salón con el agresor un niño de 7, y éste terminó abusándola con un palo, según lo denunció en el mes de marzo de 2024 Noticias Uno con el título “Insólito castigo en colegio de Bogotá”.
Claro está que este tema es transversal y se observa también a nivel familiar, de pareja, laboral, en grupos etarios; entre ciudades a nivel deportivo es bien conocido.
Hay tres intervinientes: los agresores, las víctimas y los testigos. La indiferencia de los testigos agudiza el conflicto y es que el miedo a ser también víctima se aprovecha por los agresores manipulando con gestos, tan conocidos como la L de Looser-perdedor, que se ha incluido en la comunicación no verbal.
Hay tratadistas que sostienen que los primeros en hacer bullying o menoscabar a la persona, son los mismos padres de familia que inconscientemente comparan, retan, humillan o castigan, o exigen comportamientos o responsabilidades exageradas.
Algunos hablan de las estadísticas, para minimizar la gravedad del bullying, ejercicio que no resiste el más mínimo análisis dado que no todas las víctimas o sus familiares denuncian. Se trata de seres humanos afectados, que pierden confianza, no guardan esperanza, viven en un entorno inseguro y son asediados injustamente. ¡Un sólo caso basta para reaccionar!
Recientemente, a raíz del suicidio de la joven Catalina Gutiérrez Zuluaga, médica Manizaleña, con 27 años de edad y residente de especialización en Cirugía de la Universidad Javeriana, se desató una oleada de denuncias de otros médicos que vivieron acoso, abuso sistemático, con los consabidos riesgos para su salud mental.
El médico Colombiano Carlos Jaramillo, líder hispano en medicina funcional y bioquímica nutricional, personaje ampliamente conocido en las redes sociales por su canal de youtube, como un médico apasionado por la salud y la ciencia, denunció el hecho del acoso generalizado mediante prácticas abusivas “normalizadas” entre los estudiantes de la Javeriana, como condición para escalar en su abnegada profesión. “Como todos fuimos maltratados normalizamos el maltrato” Advirtió que “lo que es normal es que el maltratador ha sido normalmente maltratado”.
Rindió un homenaje a Catalina denunciando vejámenes, abusos psicológicos y maltratos insoportables que lo obligaron a abandonar su especialización y sumarse a la incontable estadística de “retiros voluntarios” de la especialización.
Reprochó que se tilda a los estudiantes como la generación de cristal, que no se les puede decir nada, para esconder los inhumanos abusos a que son sometidos.
Lapidaria frase la de Catalina Gutiérrez “A todos los residente gracias; de cada uno me llevo muchas enseñanzas. Siempre los llevaré en mi corazón. Ustedes si pueden. Ánimo.” ¡Sin palabras!
En otro horizonte cercano, y relacionado con el interrogante ¿Qué tipo de ser humano estamos formando y que tipo de seres humanos somos? encontramos al maestro William Ospina, quien en su “primera visita de adulto”, que hiciera en el año 2014 a la ciudad de Manizales, expresó en entrevista a las Universidades que en Colombia: “Falla el conjunto de la sociedad. La violencia, desigualdad e injusticia del país son prueba de que nuestra educación no ha dado los resultados esperados” y agregó que “La sociedad también da una pésima educación, los medios de comunicación, el Estado, los políticos, no se puede descargar exclusivamente en el sistema escolar y en los maestros”.
De otra parte, el aporte del legislativo se refleja en la ley número 1620 de marzo 15 de 2013 “Reglamentada por el Decreto Nacional 1965 de 2013. “Por la cual se crea el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y Formación para el Ejercicio de los Derechos Humanos, la Educación para la Sexualidad y la Prevención y Mitigación de la Violencia Escolar”. No obstante, como bien es conocido, no basta el derecho positivo, es decir, que las normas existan, es imperativo que se implementen y se pongan en práctica en los Manuales de Convivencia, con políticas eficaces, en cada institución educativa pública o privada para reducir al mínimo estos eventos.
Por su parte las Altas Cortes se han pronunciado para determinar que las acciones de matoneo, hostigamiento y actos de intimidación, referidos como bullying son considerados delito. Así, la Sala de Casación Penal condenó por primera vez a un adolescente que acosó a otro menor de edad, y lo sometió a actos sexuales abusivos, por ello se tipificó la acción como delito con sanción privativa de la libertad. Es importante anotar que para el sistema penal colombiano los menores de edad son considerados inimputables (Código Penal art.23). El victimario también es considerado como víctima por ser un menor de edad.
Mediante la Sentencia T-478 de 3 de agosto de 2015, la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional se pronunció en el caso donde se constató, que Sergio Urrego fue víctima de acoso institucional por parte del Colegio Gimnasio Castillo Campestre, vulnerándole el derecho a la igualdad, dignidad, libre desarrollo de la personalidad y al debido proceso. El Abogado que atendió el caso del joven estudiante Sergio Urrego, habló de justicia para las víctimas en comportamientos que se normalizaron con el tiempo.
Según un estudio oficial de la ONG, Bullying sin Fronteras, organización internacional especializada en este flagelo, realizado entre enero de 2022 y abril de 2023, Colombia ocupó el noveno lugar en el mundo con más de 41.500 casos para el año 2023. Afirmaron que los casos de bullying en todo el planeta continúan en aumento, y que en Colombia 7 de cada 10 niños sufren todos los días de acoso o ciberacoso.
Así las cosas, se debe cambiar el modelo educativo, superar el esquema competitivo por un escenario colaborativo, participativo y solidario.
Pero entonces surge una pregunta: ¿Si el bullying, el acoso, la ironía el abuso o el maltrato se registra a través de cada momento histórico y en los distintos ejes de la vida, será ¿Qué es de la esencia del ser humano humillar a los más débiles? ¿Porqué? ¿Para qué? ¡Inaceptable!
Ante la complejidad del tema, quedan en el escritorio, el material de casos exitosos y qué sucede cuando alguien supera el acoso, cuál es el perfil del acosador y cuál es el papel de las autoridades.
Pero hay que hablar del tema, porque los matones se nutren de tres fuentes: la soledad, la tristeza y el miedo de los agredidos y de los testigos. Hay que sacar el matoneo del subsuelo social y que se erija como protagonista, ante nuestra “supuesta civilización”, y que se nos obligue a ser conscientes de quiénes somos ya confesar que el responsable del tema no tiene pronombre, no soy yo, no eres tú, porque somos más que individuos, somos ¡LA HUMANIDAD!
* Abogada y Expresidente de la SMP de Manizales
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