Hambre oculta en Colombia, enemigo silencioso de las poblaciones más pobres de Colombia


Periódico UNAL / Economía

La falta de vitamina A, de minerales como hierro y zinc, y de yodo es motivo de preocupación para la salud pública, pues contribuye al retraso en el crecimiento, la baja estatura y la reducción de la productividad. El efecto de esta problemática se presenta en las poblaciones más olvidadas como la Amazonia y la Orinoquia, situación que evidencia un problema de inequidad y una clara urgencia de adelantar acciones concertadas y sostenidas en el tiempo, respaldadas por datos precisos y con una colaboración efectiva entre sectores.

24 de septiembre de 2024

Iván Andrés Ramírez Noy | Profesor, Departamento de Nutrición Humana, Universidad Nacional de Colombia (UNAL)




La falta de nutrientes –como vitamina A, hierro, yodo y zinc– afecta el desarrollo de niños en regiones históricamente olvidadas como La Guajira. Foto: Joaquín Sarmiento/AFP.

El término “hambre oculta” fue introducido por el químico Stephen M. Babcock a principios del siglo XX, inicialmente relacionado con la deficiencia de minerales en la alimentación animal. Más adelante, en las décadas de 1990 y 2000, este concepto se aplicó para describir la falta de micronutrientes como hierro, zinc, yodo y vitamina A, esenciales en la dieta humana. Este tipo de desnutrición afecta especialmente a las poblaciones más pobres y vulnerables, en las cuales, aunque el consumo de calorías sea suficiente, la calidad de los alimentos no cubre las necesidades nutricionales necesarias para un desarrollo saludable.

El hambre oculta se ha vuelto prevalente en un mundo cada vez más urbanizado y globalizado, en donde los patrones alimentarios han cambiado drásticamente. La pobreza es uno de los principales factores que contribuyen a dicha problemática, ya que limita el acceso a alimentos frescos y nutritivos, lo que perpetúa la malnutrición y crea un ciclo en el que la falta de nutrientes afecta el desarrollo cognitivo y físico de los individuos reduciendo las oportunidades de mejorar su situación económica, y por eso es considerada como un problema de salud pública.

La transformación de los hábitos alimentarios ha llevado a un mayor consumo de comestibles ultraprocesados que, aunque asequibles y económicos, son pobres en micronutrientes y ricos en azúcares, grasas saturadas y sodio.

Medir el hambre oculta es un desafío por la complejidad y los costos que implica. En Colombia, la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional (ENSIN) es una herramienta necesaria para identificar la prevalencia de estas deficiencias y orientar las políticas de intervención. Sin embargo, la falta de datos actualizados y consistentes sobre el estado nutricional de la población es un obstáculo significativo para implementar estrategias efectivas; la última actualización es de 2015, con datos desagregados territorialmente.


Niños y mujeres, entre los más afectados

En el siglo XX Colombia afrontó altos niveles de desnutrición, especialmente en áreas rurales. Gracias a diversas políticas públicas se redujo la desnutrición aguda, aunque esta pasó del 1,7% en 1995 al 1,6% en 2015, sigue mostrando una tendencia preocupante, ya que está directamente relacionada con la mortalidad infantil. De otra parte, el retraso en talla en menores de 5 años se redujo al pasar del 26,1% en 1990 al 10,8% en 2015, un cambio importante (ENSIN2015).

Sobre la vitamina A, el 27,3% de los niños entre 1 y 4 años presentan deficiencia de esta, dato que refleja un aumento de 2,3 puntos porcentuales en comparación con la ENSIN2010. Las cifras más alarmantes se encuentran en los niños afrodescendientes y en la población indígena, cuya deficiencia de vitamina A alcanzó el 39,4y 33,5% respectivamente, mientras en la región Caribe es del 35,8% de los niños.

Por su parte, la deficiencia de zinc afecta al 36% de los niños de 1 a 4 años de todo el país, con el Caribe y la Orinoquia-Amazonia con los porcentajes más elevados: 40,7y 39,7% respectivamente. Además, la proporción de niños entre 5 y 12 años con anemia se mantiene en el 8%, con los niveles más altos entre los niños de 5 años (15,5%); en mujeres en edad fértil (13 a 49 años) es del el 15%. Este trastorno, que impide el transporte adecuado de oxígeno en la sangre, es más frecuente en las comunidades indígenas y afrodescendientes, lo que refleja las persistentes desigualdades en el acceso a una nutrición adecuada.


Cifras alarmantes en las principales ciudades

La desnutrición y las deficiencias nutricionales se agravan con la inseguridad alimentaria que afecta a una gran parte de la población en las principales ciudades del país. Por ejemplo, según el Programa Mundial de Alimentos, en Barranquilla el 25% de la población se encuentra en dicha condición. Además, un 24% de los habitantes no logra acceder a las tres comidas diarias, una cifra alarmante que refleja la creciente vulnerabilidad de los hogares en esta ciudad.

En Cali la situación es sumamente grave, con un 55% de la población enfrentando inseguridad alimentaria. Estos datos, proporcionados por el Centro Internacional de Agricultura Tropical, destacan la necesidad urgente de tomar medidas para mejorar el acceso a alimentos nutritivos y suficientes en la región.

De otra parte, la Encuesta de Percepción Ciudadana de Medellín, realizada en 2022 por “Medellín Cómo Vamos”, señala que el 24 % de los habitantes de la ciudad afirmaron que no podían acceder a una de las tres comidas del día.

Aunque los datos de desnutrición aguda muestran una tendencia a la baja sostenida, en Bogotá el 10,5% de los hogares está en inseguridad alimentaria, y según una encuesta sobre las condiciones alimentarias de los bogotanos realizada por la Veeduría Distrital, el 34% de los hogares solo puede asegurar entre una y dos comidas al día.


Se necesitan acciones concertadas

Abordar el hambre oculta en Colombia requiere un enfoque integral que combine políticas públicas, educación alimentaria y mejoras en el acceso a alimentos de calidad. Aunque el país ha avanzado de forma importante en estrategias como la fortificación de alimentos básicos con micronutrientes esenciales y en la implementación de programas de suplementación dirigidos a grupos vulnerables, además de fortalecer acciones prioritarias y claramente protectoras como el pinzamiento oportuno del cordón umbilical, la lactancia materna, la alimentación complementaria adecuada y la desparasitación, persisten desafíos en la cobertura y continuidad de estas estrategias, especialmente en zonas rurales y comunidades de difícil acceso.

En última instancia, la lucha contra el hambre oculta debe ser una prioridad en la agenda pública de Colombia. Se requiere un compromiso de largo plazo y una capacidad de adaptación de las estrategias según las necesidades cambiantes de la población.

Solo mediante una acción concertada y sostenida, respaldada por datos precisos, y una colaboración efectiva entre sectores, se podrá superar este problema, y el éxito en esta lucha mejorará no solo la salud de la población, sino que además contribuirá al desarrollo económico y social de Colombia, creando una sociedad más equitativa y justa para todos.
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