La destrucción del Teatro Olympia: El pecado más grande de los manizaleños

 https://albeirovalenciallano.com/ 2023/11/17/

El Gran Olympia, obra magna de Manizales, diseñada y construida por los arquitectos italianos Angelo Papio y Giancarlo Bonarda.


Por: Albeiro Valencia Llano*

La empresa fue constituida por escritura pública del 4 de octubre de 1928, con un capital de $300.000, gracias a la sensibilidad del empresario Enrique Gómez Latorre, con participación de numerosos socios: Santiago Vélez, Mario Camargo G., Pedro Uribe Mejía, Guillermo Gutiérrez Vélez, Alfonso Jaramillo R., Eliseo Medina R., Félix M. Salazar, Marco y José María Gómez, Francisco Jaramillo Ochoa, Roberto Gutiérrez Vélez, Adelina de Pinzón e hijos, Roberto Vélez, Polo Giraldo, Antonio Pinzón, Aristides Amaya, José Gómez Latorre y otros. Se edificó en el lote donde funcionó el Salón Olympia, un solar que tenía 2.100 varas cuadradas, en una espectacular esquina. 

El edificio fue construido por la empresa de Angelo Papio y Gian Carlo Bonarda, y se terminó de levantar en abril de 1930; se encargaron de la decoración los artistas Belisario Rodríguez y Clímaco Agudelo. Cuando finalizó la construcción del edificio escribió Arturo Zapata, en la revista “Cervantes” que 

El Teatro Olympia es, sin duda alguna, el más enérgico y continuado esfuerzo que desde un punto de vista estrictamente artístico, se ha realizado en los últimos años, acaso, no pequemos al decir que en el último decenio. Representa aquello para la cultura social de Manizales, un factor de singular importancia, cuya larga trascendencia es muy posible que todavía no haya apreciado de manera integral el público. 

Aristides Amaya con un espíritu artístico cuya humildad apenas fuera comparable con su tenacidad, tenía desde largo tiempo el noble empeño de dotar a la ciudad que lo acogió, y a la que ha dado todo lo mejor de su juventud, de un Teatro que por su categoría, vista desde todos los puntos, fuera de un índice de cultura social, un motivo de orgullo caldense y la obra que sintetizara de manera elocuente el presuroso afán de sus múltiples anhelos, el Teatro Olympia dice cuán magistralmente culminó aquella obra.

Enrique Gómez Latorre es, dentro del moderno concepto de ciudadanía universal, el mejor representativo del ciudadano constructor y creador. Con la austeridad de personaje plasmado a la antigua, enemigo de todo ruido múltiple, alejado del vano rumor de la gritería ambiente, con paso firme y con noble espíritu ha modelado la mejor de sus obras que es su propia vida.

El Teatro Olympia y las distintas actividades sociales a las que ha prestado el concurso de su inteligencia son apenas una consecuencia lógica de su construcción interior. Él es uno de los ciudadanos que, con Agustín Gutiérrez y cuatro más, se ha vinculado tan poderosamente a nuestra reconstrucción espiritual y material que ello es por sí solo un axioma.

Escribimos estas líneas sabiendo que herimos la modestia de Enrique Gómez Latorre y de Aristides Amaya, porque ellos tienen entendido que la mejor recompensa al esfuerzo personal es una perfecta satisfacción interior, pero no seriamos nosotros quienes pudiéramos sustraernos al aplauso sincero y efusivo desde el momento que su obra coronada con extraordinario mérito,  significa para Manizales, para el Departamento y para la República un jalón de cultura difícilmente realizable en otras latitudes y por otras energías.

Enrique Gómez Latorre y Aristides Amaya son ahora, como antes de ahora, dos motivos más de orgullo caldense…» 

Citado por: Atehortúa Carreño, A. ( 1999). El Gran Olympia. Vida, pasión y muerte. Manizales, editorial Manigraf, págs. 26-27

La inauguración


 El Olympia, inaugurado en 1930, con tres plantas y dotado de 11 puertas de salida, fue demolido en 1978.

El 8 de mayo de 1930 en horas de la noche, se realizó una espléndida velada artística en beneficio de la Cruz Roja para anunciar que el Teatro Olympia era una realidad. En la inauguración se presentaron numerosos espectáculos: la orquesta sinfónica dirigida por el maestro Temístocles Vargas; la exhibición de costumbres raizales y la Danza de las Libélulas (ballet), entre otras.

En el Olympia se presentaban los espectáculos que habían pasado por los mejores teatros del país. En marzo de 1931 debutó la compañía de operetas y zarzuelas “Santa Cruz”, con la obra La princesa del Circo. Esta misma empresa puso en escena la zarzuela La del Soto del Parral. En ese año la empresa Cine Colombia presentó el mago Richardine, y Gran Hotel, con la actuación de Greta Garbo. En 1933 se presentó la Ópera Bracale, proveniente de Italia, causó furor y actuó durante varios días. Un año después, en el cuarto aniversario del Olympia, los directivos presentaron durante varias semanas la película Canción de Cuna.

Una nueva época se inició en 1935 cuando el empresario Francisco Jaramillo Ochoa, gerente del teatro, firmó un contrato exclusivo con don Ángel de la Cuesta, representante de la casa cinematográfica Metro Goldwyn Mayer, lo que significó “la era de las películas taquilleras”. Se exhibieron cintas que atraían multitudes: La isla del tesoro, La viuda alegre, La cena de los acusados, María Antonieta, Paraíso encantado, Tarzán el indómito, Nacida para el beso y Así aman las mujeres. En 1936 fue el debut de los Hermanos Hernández quienes llegaron de Nueva York; el teatro estaba completamente lleno para ver la actuación de los artistas caldenses de Aguadas, Gonzalo, Héctor y Francisco, maravillando al público con sus instrumentos, el tiple, la guitarra, la bandola, el violín y el serrucho (Atehortúa Carreño, 1999, págs. 61-64).

En las fiestas del Centenario de Manizales, cuando el doctor Fernando Londoño ejercía como alcalde, se realizaron gestiones para la actuación del tenor italiano Tito Schipa y del barítono Carlos Julio Ramírez. Pero también actuó Pedro Infante; el 16 de diciembre de 1951 la multitud se amotinó para entrar al teatro. La puerta de hierro que guardaba la entrada principal del Olympia sufrió daños porque la multitud, como loca, casi la derrumba. La policía se hizo presente y se vio en serias dificultades para contener el río humano que quería admirar de cerca al cantante azteca. En 1955 la sala del Olympia recibió a Libertad Lamarque, al tenor Alfonso Ortiz Tirado, al compositor Agustín Lara y a José Mojica. También actuó la popular María Félix, quien llegó acompañada de Andrés Soler.

El cine

El Olympia fue el primer teatro de Manizales que presentó películas en el sistema cinemascope; el público disfrutó la cinta El manto sagrado, un éxito de taquilla que permaneció muchos días en cartelera. Otra película que batió récords fue Quo Vadis, una producción de la Metro Goldwyn Meyer que se caracterizó por la espectacularidad, magnitud, colorido y suntuosidad. Después llegaron Sansón y Dalila, Helena de Troya, Scaramouche, 20.000 leguas de viaje submarino, El espectáculo más grande del mundo, Las novias de Drácula, Frankenstein, La Momia, El fantasma de la Ópera, las películas de Alfred Hitchcock y la serie Tarzán, protagonizada por Johnny Weissmuller.

La demolición del Olympia: el mayor pecado de los manizaleños


Fue lento y cruel el final del teatro. En los últimos años cayó en manos de personas que no estaban interesadas en la cultura; se pasó de la ópera, la zarzuela y el ballet, al cine de mal gusto y al porno. Los miembros de la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales se dirigieron a las autoridades del municipio tratando de salvar el edificio, pero el Templo del Arte estaba condenado. El 24 de abril de 1978 el diario La Patria publicó un extenso artículo sobre la destrucción del teatro. 

Un crimen contra la ciudad

Los manizaleños que fueron testigos del esplendor y la gloria del Teatro Gran Olympia, vienen observando con gran pesadumbre la destrucción del majestuoso edificio construido en concreto, en el cual funcionó este gran medio de distracción de todas nuestras gentes, donde se presentaron los mejores conjuntos artísticos, las compañías más brillantes del arte, el drama, la comedia, el Ballet y la Zarzuela y las mejores selecciones cinematográficas.

Las gentes presencian hora por hora, la destrucción del que fue el sitio de reunión y de cita para los festivales y todos los actos de importancia de la ciudad.

Allí en el Teatro Gran Olympia, se celebraron los grandes conciertos, los finales de grado de muchos colegios importantes. Allí asistió toda la chiquillería de Manizales de los años 30 y 40, a los fabulosos matinés donde se exhibían las películas del Gordo y el Flaco, de Maurice Chevalier, de Charles Chaplin, Harol Hoy, Tarzán, lo mismo que las extraordinarias producciones cinematográficas de Greta Garbo, Emile Ludving, Gary Cooper, Jhon Barrymore. Películas taquilleras como “El fin del mundo” de Flamarión, Romeo y Julieta de William Shakespeare, etc. etc.

Este teatro fue testigo de actos académicos de primera magnitud, a través de los cuales participaron los más brillantes oradores colombianos […] Era equiparado con el Teatro Colón de Bogotá. El Teatro en un comienzo fue propiedad de los hermanos Bernardo y Miguel Gutiérrez y Enrique Gómez Latorre, quien durante largo tiempo fue su gerente. Era una joya de arte y cultura que Manizales no debió desaparecer, como tampoco debió desaparecer esa joya artística que fue el Palacio Municipal.

En el Teatro Olympia se presentaron Virginia Fábregas, Alegría y Enhart, Ariana, María Antinea, Bertha Singerman, Carmen Amaya, Alfonso Ortiz Tirado, María Baus, Ernesto Alba, Rambal, Doroteo Marti, Fu Man Chu, Paco Miller, Chang, Dickman, Killer, La familia Trapp, Andrés Segovia, El Ballet Nana Gogner, El Ballet Vienés, el Ballet Hindú, Los Cosacos del Don, Marian Anderson, La Chunga, Los Niños Cantores de Viena, Backaus, Javier Cugat, María Félix, Alicia Caro, Pedro Infante, Tito Schipa, Tin Tan, Libertad Lamarque, el cuarteto Budapest, Campitos, López Moctezuma, Hugo del Carril, Los Panchos, Los Tres Diamantes, Sofía Álvarez y otros más que dieron brillo al espectáculo y calor social y cultural a Manizales.

Estaba tan bien construido, que en su destrucción se gastaron los depredadores un año completo para echarlo a tierra, a base de cincel y otras artimañas destructoras.

En estos días cruciales, cuando los manizaleños veían con horror la demolición de uno de los símbolos de la ciudad que había surgido después de los incendios, se levantaron numerosas voces de protesta, pero no había nada que hacer. Sobre el tema escribió el dirigente cívico don Roberto Rubio Hurtado, en la revista Civismo, de la Sociedad de Mejoras Públicas, lo siguiente:

Pues bien, detengámonos al pie de la fachada que aún queda de nuestro Gran Teatro Olympia: ¿qué escuchamos…? Los ruidos sordos de las almadanas, los martillos y las picas, destrozando lo que antes fueron palcos, preferencia y platea, con sus tres mil butacas que invitaban a la comodidad durante el espectáculo. Entonces recordamos a los dos egregios varones que hicieron posible aquella obra maravillosa del Gran Teatro, presupuestada en principio en trescientos mil pesos, e iniciada resueltamente con los veinticinco mil pesos que entonces tenían en caja. Y para no detenerse en la osadía ya emprendida, abrieron suscripción de acciones que el público de Manizales supo atender inmediatamente, identificado como estaba con los sentimientos progresistas de Enrique Gómez Latorre y Aristides Amaya, alma y nervio de la magna obra. Lentamente, en este mes de abril de 1978, va desapareciendo al golpe del martillo, la pica y la almadana, el Gran Teatro Olympia, que tantas obras maravillosas nos brindó, como las óperas italianas, «Los Cosacos del Don», «La Familia Trapp», violinistas y cantantes, solistas de fama internacional, declamadores y compañías de teatro, españolas, mejicanas, nacionales y otras, todo en profusión artística que cambiaba por completo nuestro sistema de vida durante los días de sus representaciones.

En el Teatro Olympia, se pudieron presenciar espectáculos sinfónicos, operas, ballets, y reconocidos artistas del mundo y mucho más.

¿Que nos queda de todo eso? De aquel Gran Teatro Olympia inaugurado el 8 de mayo de 1930 ¿que nos queda? 

Esperar la realización de la obra proyectada, a ver si corresponde a la importancia de la que le precedió.

Es otro monumento que desaparece como tantos otros que van mermando la historia de la ciudad. ¿Por qué, quién hablará mañana de lo que ya no existe?, ¿Quién nos dirá, que este nuevo edificio está construido sobre las ruinas del Teatro Gran Olympia que un día levantaron con los planos de Angelo Papio, los egregios ciudadanos Enrique Gómez Latorre y Aristides Amaya?»


 * Miembro de la Académia Colombiana de Historia, y Doctor of Philosophy (Ph.D.) in History de la Universidad Estatal de Moscú M.V. Lomonosov.


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