Nidia Quintero de Balcázar: la ‘Dama de la Solidaridad’ que Iluminó Colombia


Hoy, con el corazón apesadumbrado pero lleno de admiración, despedimos a Nidia Quintero de Balcázar, una mujer cuya vida fue un faro de esperanza, un canto a la resiliencia y un testimonio vivo de lo que significa servir con amor. A sus 93 años, doña Nidia dejó este mundo, pero su legado, tejido con hilos de solidaridad, permanece como un pilar eterno en la historia de Colombia. Desde las calles de Neiva hasta los salones de la Casa de Nariño, su vida fue una danza de compromiso, valentía y entrega desinteresada, y hoy, con estas palabras, quiero rendirle homenaje.

Nidia Quintero, nacida en el corazón del Huila en 1931, fue mucho más que la primera dama de Colombia entre 1978 y 1982. Hija de Jorge Quintero Céspedes y Adhalía Turbay Ayala, creció con los valores de la familia y el servicio arraigados en su alma. Desde niña, acompañaba a su madre a llevar ayuda a los necesitados, a consolar a los enfermos, a tender la mano a quienes el destino había golpeado. Esas primeras lecciones de empatía, aprendidas en las calles humildes de su Neiva natal, fueron la semilla de lo que más tarde florecería como la Fundación Solidaridad por Colombia, una obra que, desde 1975, ha transformado la vida de miles de colombianos.

Con su hija Diana Turbay, doña Nidia fundó esta organización sin ánimo de lucro, un refugio para los más vulnerables. La Fundación no solo ha sido un vehículo de ayuda en desastres naturales, educación y nutrición, sino también un símbolo de esperanza, un recordatorio de que la solidaridad puede ser un puente para unir a un país fracturado. La Caminata de la Solidaridad, que ella impulsó desde 1979, se convirtió en un ritual de unión, un desfile de corazones que, año tras año, recorrió las calles de Bogotá para recordarnos que juntos somos más fuertes. Incluso en 1991, cuando el dolor de perder a su hija Diana en un trágico secuestro ordenado por Pablo Escobar la sumió en un luto perpetuo, doña Nidia no se rindió. Con el alma rota, pero con una fortaleza indomable, continuó liderando su Fundación, transformando su duelo en un motor para seguir ayudando.

Nidia Quintero no fue solo la esposa del expresidente Julio César Turbay Ayala, ni la abuela del senador Miguel Uribe Turbay, cuya vida hoy pende de un hilo tras un reciente atentado. Fue una mujer que rompió moldes, que desafió las expectativas de su tiempo. A los 16 años, se casó con su tío materno, una unión que marcó su vida y la llevó a los círculos del poder, pero nunca permitió que ese título la definiera. En 1983, con una valentía que pocas poseen, decidió divorciarse, y tres años después, obtuvo la anulación de su matrimonio por el Vaticano, demostrando que su libertad y autenticidad eran innegociables. Luego, en 1986, encontró un nuevo compañero en Gustavo Balcázar Monzón, un político liberal que compartió su visión de servicio.

Su vida no estuvo exenta de sombras. La pérdida de Diana, asesinada en un fallido intento de rescate en 1991, marcó un antes y un después. Doña Nidia, con el peso de esa tragedia, vistió de negro por el resto de sus días, pero nunca permitió que el dolor la apagara. Creó un programa de becas en honor a su hija, asegurándose de que su legado viviera en cada joven que, gracias a esas oportunidades, pudo soñar con un futuro mejor. Su nieta, María Carolina Hoyos, heredó su espíritu al tomar las riendas de la Fundación en 2016, llevando adelante la antorcha que Nidia encendió.

En sus últimos días, internada en la Fundación Santa Fe, doña Nidia parecía intuir el destino. Minutos antes del atentado contra su nieto Miguel, pidió un “trapito blanco” para él, un gesto que, en su silencio de 93 años, resonó como un susurro de protección, una conexión espiritual que trasciende el tiempo. Su partida, coincidiendo con la lucha de Miguel por su vida, teje una narrativa de dolor y esperanza que nos recuerda la fragilidad de la existencia, pero también la fuerza de un legado bien construido.

Doña Nidia Quintero de Turbay no fue solo una líder social, una filántropa o una ex primera dama. Fue una mujer que convirtió el amor en acción, que transformó el sufrimiento en servicio, que nos enseñó que la solidaridad es el lenguaje del alma. Mientras el cielo la recibe, aquí en la tierra su Fundación seguirá siendo su voz, sus caminatas seguirán siendo sus pasos, y su memoria, un farol que nunca se apagará. Gracias, doña Nidia, por recordarnos que, incluso en los tiempos más oscuros, siempre hay espacio para la luz.

Brille para ella la Luz perpetua. 

Por: Yarime Lobo Baute.



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