Explicativo | 30 junio 2025
Tiempo estimado de lectura: 4 minutosEficacia en el desarrollo Sistemas alimentarios Finanzas rurales
Invertir en la población rural
Unos 3 830 millones de personas en todo el mundo viven en hogares cuyos medios de vida se basan en la agricultura y los sistemas alimentarios, y más de un tercio de ellas están empleadas directamente en estos sectores.
Sin embargo, la forma en que se producen y consumen los alimentos sigue siendo injusta e insostenible. Las zonas rurales, que son la piedra angular de nuestros sistemas agroalimentarios, presentan tasas de pobreza extrema más elevadas que las zonas urbanas. La falta de oportunidades contribuye a la inestabilidad, a las altas tasas de emigración y al aumento de la pobreza y las privaciones.
Las inversiones pueden ser decisivas a la hora de crear oportunidades económicas para las personas más pobres del mundo, garantizar un suministro estable de alimentos nutritivos y conservar el entorno natural. Mediante este tipo de inversiones, podrían fortalecerse los sistemas alimentarios desde la base y crearse puestos de trabajo para más de 120 millones de personas.
Desde el punto de vista de la inversión, se trata de una apuesta segura.
Invertir en el mundo
Nuestro mundo interconectado se enfrenta a crisis superpuestas. A medida que el cambio climático, la inseguridad, los conflictos y las crisis financieras afectan a un creciente número de personas de forma cada vez más compleja, la financiación para el desarrollo debe orientarse hacia soluciones duraderas, y la inversión en desarrollo rural es el camino más eficaz para conseguirlas.
Se calcula que los beneficios de unos sistemas alimentarios transformados y con bajas emisiones son mucho mayores que los costos. Según el Banco Mundial, cada dólar invertido en la transformación de los sistemas alimentarios puede reportar 16 dólares en beneficios sociales y medioambientales, hasta un total de 4,3 billones de dólares en 2030.
Los cambios que mejoren la situación de los miles de millones de personas que viven en comunidades rurales y trabajan en sistemas agroalimentarios beneficiarán también a todos los habitantes del planeta. Las instituciones de desarrollo deben seguir dando prioridad a las inversiones necesarias para llevar a cabo esta transformación.
Una financiación más justa para un futuro más equitativo
La eficacia de la financiación es tan importante como el volumen de recursos destinados al desarrollo rural. La financiación debe producir resultados más eficientes y equitativos que den prioridad a la inclusión y la justicia.
Para ello, necesitamos un sistema financiero más justo. Mediante un uso más eficaz de los recursos existentes, el reajuste de nuestra capacidad de asumir riesgos y la ampliación de los instrumentos financieros, podríamos liberar hasta 1 billón de dólares para que los bancos multilaterales de desarrollo concedan préstamos sin necesidad de más capital.
El FIDA, como institución híbrida que se dedica al desarrollo y a la financiación, puede amplificar la asistencia oficial para el desarrollo y transformarla en deuda sostenible que ayude a crear puestos de trabajo para la transformación rural. Los préstamos en condiciones favorables pueden fomentar el sentido de apropiación y la rendición de cuentas en materia de desarrollo y, al mismo tiempo, evitar la situación en la que nos encontramos hoy, en la que 3 300 millones de personas viven en países que gastan más en el servicio de la deuda que en salud y educación.
Las remesas enviadas por los trabajadores migrantes a sus familias en países de ingreso bajo y mediano ascienden a 685 000 millones de dólares, cifra que supera tanto la asistencia internacional para el desarrollo como la inversión extranjera directa en estos países. Estos fondos son un salvavidas para muchos hogares rurales empobrecidos. Por eso, deben protegerse, multiplicarse e integrarse en estrategias de financiación para el desarrollo que fomenten la resiliencia y las oportunidades en las comunidades rurales.
El FIDA ha demostrado que el capital privado puede colmar las lagunas del mercado en el desarrollo rural y beneficiar a las comunidades rurales que, de otro modo, quedarían excluidas de las fuentes de financiación tradicionales. Por ejemplo, el Mecanismo Africano de Financiación para la Adaptación al Cambio Climático en las Zonas Rurales (ARCAFIM) combina diversas fuentes de financiación para reducir el riesgo e incentivar a las instituciones financieras privadas a conceder préstamos a los pequeños productores agrícolas de África Oriental.
Gracias a las asociaciones que el FIDA mantiene con bancos públicos de desarrollo, estos pueden atender mejor las necesidades de la población rural. En 2021, un préstamo del FIDA al Banco Nacional para el Desarrollo Económico y Social del Brasil (BNDES) permitió a este banco destinar más financiación a la agricultura en pequeña escala y ampliar su programación regional en el nordeste del país. Además, este préstamo también contribuyó al proceso de acreditación del BNDES ante el Fondo Verde para el Clima, con lo que se desbloquearon nuevas fuentes de financiación climática.
Las zonas rurales de los países en desarrollo encierran un enorme potencial, cuentan con una gran población joven y son fuente constante de ideas e innovaciones. Los pequeños productores son esenciales para la sostenibilidad de los sistemas alimentarios y los guardianes de nuestros recursos naturales. Sin embargo, necesitan las inversiones adecuadas para transformar ese potencial en realidad. En un momento en que el mundo se reúne para replantearse la financiación del desarrollo, no podemos desaprovechar las oportunidades que ofrecen estas comunidades tan diversas.
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