Un siglo suspendido
en los Andes centrales de Colombia: la protección del patrimonio material del
Cable Aéreo Mariquita–Manizales
Autora: Luz Adriana Arias Aristizábal
Resumen
El proyecto “100 años del Cable Aéreo Mariquita -
Manizales: Patrimonio Material”, desarrollado entre la Universidad Nacional de
Colombia y la Universidad de Caldas, permitió recopilar, organizar y analizar
la documentación histórica necesaria para sustentar la posible declaratoria de
esta obra como Bien de Interés Cultural de la Nación. Así como, la posible
declaratoria e inclusión en los inventarios de bienes de interés cultural de
los municipios donde se ubicaban las 22 estaciones del complejo, destacando la
relevancia territorial, patrimonial, histórica y simbólica del cable aéreo en la
región y el país.
El cable que unió montaña y valle.
El Cable Aéreo
Mariquita–Manizales fue, durante la primera mitad del siglo XX, una obra de
ingeniería sin precedentes en Colombia y uno de los sistemas de transporte más
ambiciosos del mundo. Inaugurado en 1922 y operativo hasta 1963, articuló dos
regiones separadas por una geografía abrupta: el valle del Magdalena y la montaña
caldense. Concebido principalmente para transportar café en tiempos en que las
vías carreteables eran escasas, el cable se convirtió en un motor del
desarrollo económico, fortaleciendo la industria cafetera y modernizando las
dinámicas comerciales de toda la región.
Como señalan
Ocampo y Sánchez (2008), la expansión del café exigió infraestructuras capaces
de conectar territorios distantes, y fue precisamente en ese contexto que
surgió este cable aéreo monumental: 72 kilómetros suspendidos sobre montañas,
sostenidos por torres que desafiaban la topografía y enlazaban zonas rurales
que hasta entonces permanecían aisladas. A través de sus vagonetas circularon
miles de toneladas de mercancía, correspondencia, maquinaria y productos
agrícolas que alimentaron el crecimiento económico de Caldas y Tolima.
Este sistema no
solo representó una proeza de ingeniería; transformó la vida cotidiana y
dinamizó la economía regional. Durante décadas, sus vagonetas atravesaron los
cielos de los Andes centrales llevando café, insumos, correspondencia y sueños
de modernidad. Hoy, un siglo después, su legado revive gracias a un proyecto de
investigación adelantado por la Universidad Nacional de Colombia y la
Universidad de Caldas, orientado a la reconstrucción histórica y documental
requerida por el Ministerio de Cultura para evaluar su declaratoria como Bien
de Interés Cultural del ámbito nacional.
Las 22 estaciones del cable aéreo: un corredor
patrimonial entre dos departamentos.
El sistema de 72 kilómetros de cable sostenidos
por más de 350 torres, estaba articulado por 22 estaciones, distribuidas a lo
largo de los municipios de Mariquita, Fresno, Herveo, Villamaría y Manizales,
cada una cumpliendo funciones técnicas esenciales como tensado de cable,
cambios de dirección, manejo de carga y alojamiento de operadores.
La línea iniciaba
en Mariquita y progresivamente ascendía por estaciones rurales como San Diego,
Aguas Claras, Fresno, Campeón, Picota y Holdown, atravesando puntos
estratégicos como Ángulo A, Ángulo B, Soledad/Ángulo C y Sorbetonal/Ángulo E,
donde se realizaban correcciones en el trazado.
En las zonas
montañosas de Herveo y Fresno se ubicaban estaciones como Frutillo, Yolombal,
Toldaseca, Cajones y Laguneta/Ángulo F, esenciales para sostener la estructura
en tramos de alta pendiente. Más arriba se encontraban Esperanza Este,
Papal/Esperanza Oeste y Miraflores, antes de llegar a las estaciones finales en
territorio caldense: Buenavista y La Camelia, último punto operativo antes del
ingreso hacia Manizales.
Este conjunto
forma un paisaje patrimonial lineal en el que pueden encontrarse ruinas,
plataformas, cimentaciones y restos de edificaciones que narran la vida
cotidiana del sistema: casas donde vivían los operadores y sus familias,
talleres donde se reparaban piezas, bodegas donde se acopiaba café, y torres
que sostenían la tensión de los cables. Cada estación constituye un fragmento
de la memoria del cable y, en conjunto, dibujan la historia técnica, social y
económica de más de 40 años de operación.
El proyecto académico: reconstruir para proteger.
El equipo
interdisciplinar revisó archivos, digitalizó planos y fotografías, registró
vestigios físicos, recuperó memoria oral y elaboró un marco territorial e
histórico. Los equipos de campo documentaron el estado actual de casi todas las
estaciones, salvo aquellas donde no fue posible acceder. Se levantaron
fotografías 2D y 360°, se realizaron mediciones arquitectónicas y se
identificaron patologías estructurales, transformaciones y usos actuales de los
inmuebles. Varias estaciones —como San Diego, Buenavista, Papal/Esperanza Oeste
y Aguas Claras— fueron reconstruidas en modelos 3D, herramientas valiosas para
la visualización, la preservación y la educación patrimonial. Implico la
recuperación de archivos históricos y técnicos, se consultó información del
IGAC, Ferrocarriles Nacionales, notarías, ORIP, archivos municipales y
colecciones particulares. Se recopilaron escrituras, contratos, planos de
construcción, fotografías antiguas y comunicaciones técnicas que permiten
entender cómo se concibió, operó y transformó el sistema. Se analizó la
tradición de los predios donde funcionaban las 22 estaciones, identificando
compraventas, servidumbres y mutaciones jurídicas ocurridas desde la
adquisición inicial por parte de The Dorada Company Limited entre 1913 y 1922
hasta las inscripciones actuales. Este componente es esencial para sustentar la
viabilidad de eventuales procesos de protección patrimonial.
A partir de toda esta información —histórica, jurídica,
arquitectónica y territorial— se elaboraron fichas detalladas para cada
estación, insumo indispensable para la preparación de un expediente de
declaratoria ante el Ministerio de Cultura.
Un patrimonio que sigue hablando.
Aunque el cable
aéreo dejó de operar hace décadas, sus huellas persisten en el territorio:
torres ocultas entre cafetales, ruinas de estaciones y relatos comunitarios.
Este patrimonio no solo nos habla del pasado; conversa con el presente y con
los desafíos contemporáneos de movilidad e identidad territorial.
Un paso hacia la declaratoria nacional.
La documentación
consolidada por el proyecto cumple los lineamientos técnicos exigidos por el
Ministerio de Cultura para evaluar si el cable aéreo puede ser reconocido como
Bien de Interés Cultural de la Nación. La declaratoria permitiría proteger este
legado, promover rutas culturales y fortalecer el turismo con enfoque
sostenible.
Volver a mirar hacia arriba
Recordar el cable
aéreo es un acto de civismo. El proyecto invita a reconocer un legado que sigue
vivo en la memoria regional. Esta obra transformó el territorio, impulsó el
comercio, conectó comunidades y definió una época de modernización que marcó
profundamente a Caldas y Tolima. Sus vestigios, lejos de ser ruinas olvidadas,
constituyen un patrimonio que merece ser protegido, estudiado y difundido. Preservarlo
es, en esencia, un acto de civismo: una oportunidad para que las nuevas
generaciones comprendan la historia de una región que, durante décadas, se
elevó hacia el futuro suspendida entre montañas.
Nota biográfica
Luz Adriana Arias Aristizábal, es abogada especialista en
derecho administrativo y en derechos humanos, docente investigadora de la
Universidad de Caldas y doctoranda en el Doctorado en Estudios Territoriales.
Su trabajo académico se centra en el estudio de fenómenos de injusticia
territorial, el derecho a la ciudad y los procesos de producción del territorio
en Manizales. Integrante
de la SMPM.
Palabras clave: patrimonio cultural material, cable aéreo, Mariquita–Manizales, ingeniería andina, declaratoria BIC.
%20%209%20cable+aereo.jpg)
0 comments:
Publicar un comentario