El gas natural es un aliado fundamental de la transición energética en Colombia, que inevitablemente tardará muchos años en lograr sus objetivos. ¿Cuál es el panorama?
Es innegable que el gas natural es un pilar de la seguridad energética y la competitividad de Colombia, pues es la segunda fuente de energía más utilizada y, aunque es un combustible fósil, su huella de carbono es hasta un 30% menos que el carbón, el diésel y la gasolina, según Agencia Internacional de Energía (IEA). Esto lo convierte en un aliado fundamental para una transición energética, que inevitablemente tardará muchos más años en cristalizar sus objetivos.
Video Recomendado
No se puede desconocer que en épocas de sequía en que la producción de energía hidroeléctrica disminuye, son básicamente las termoeléctricas a gas que garantizan el suministro de energía, es decir, sin esta fuente de respaldo el país enfrentaría apagones o dependería de combustibles más caros y contaminantes como el diésel y el carbón.
Asimismo, la estabilidad del suministro del gas es crucial para respaldar la intermitencia de la energía eólica y solar, dado que resulta ser el complemento perfecto para este tipo de energía cuya generación depende de las condiciones cambiantes del viento y la luminosidad del sol. Igualmente, el uso del gas natural es vital en las actividades de la industria manufacturera, petroquímica, cementera y siderúrgica.
A pesar de todas esas bondades del gas, el gobierno actual asumió la transición energética con el supuesto irreal de que los sustitutos renovables del gas natural emergerían de inmediato al compás de los deseos y las palabras. En consecuencia, comenzó a prácticamente desmantelar el desarrollo de un sector gasífero que, con vaivenes y dificultades, se venía consolidando desde la década de los 80.
Desde el inicio de su mandato, el gobierno suspendió nuevos contratos de exploración de gas, comprometiendo gravemente la seguridad energética del país. Con reservas que apenas alcanzan para 6,1 años, según la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), esta decisión no solo paralizó la reposición de gas, sino que también agregó una alta dosis de incertidumbre que desmotivó la inversión en la ejecución en los contratos vigentes.
Como resultado, la producción ha caído drásticamente, corroborando la advertencia de la Asociación Colombiana del Petróleo y Gas (ACP) sobre cómo la incertidumbre regulatoria y la falta de incentivos han frenado las inversiones necesarias para el sector.
El deterioro del sector de gas en Colombia es evidente al analizar las cifras de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), la cuales revelan que en 2012 se perforaron 130 pozos de gas; en 2014, 113; en 2023, apenas 51; y para 2024, según proyecciones de Naturgas, solo se esperan 19 pozos. Esto significa una disminución del 80% en una década, un descenso que ilustra el marchitamiento del sector.
Además, como si faltara algo para completar este sombrío panorama, proyectos estratégicos como el pozo Uchuva-2, una de las grandes apuestas gasíferas de Colombia, ha sido objeto de suspensiones temporales debido a acciones legales relacionadas con la falta de consulta previa con comunidades locales.
La fragilidad de la oferta tiene como consecuencia inmediata un posible déficit sin precedentes en 2025, según el más reciente informe de la Bolsa Mercantil de Colombia, Gestor del Mercado del Gas.
Para 2025 este informe manifiesta que, en un escenario de condiciones hidrológicas normales, se proyecta un déficit de 50 GBTUD, equivalente al 5% de la demanda nacional, de los cuales 5 GBTUD corresponden a la demanda esencial (residencial y comercial) y 45 GBTUD al sector industrial. Este faltante podría cubrirse eventualmente con las 67.9 GBTUD disponibles en un inoperante mercado secundario.
Sin embargo, bajo condiciones hidrológicas críticas, el déficit aumenta a 64 GBTUD, correspondiente al 7% de la demanda nacional. De este total, 11 GBTUD afectan la demanda esencial y 53 GBTUD impactan al sector industrial. Aunque el mercado secundario podría aportar 28 GBTUD, quedaría un déficit residual de 36 GBTUD, equivalente al 4% de la demanda nacional, que no podría ser cubierto.
Estas cifras evidencian la insuficiente producción nacional, y la falta de contratos en firme, los cuales solo representan el 48% de la oferta. Ello implica que menos de la mitad del suministro está garantizado sin interrupciones bajo cualquier circunstancia. El 52% corresponde a contratos no garantizados o condicionados, que dependen de la disponibilidad del gas y pueden ser interrumpidos en situaciones de alta demanda o restricciones operativas, lo que aumenta la vulnerabilidad del sistema energético.
En esta crisis se han mostrado claramente otros retos de desarrollo que ya enfrentaba el sector, como el desequilibrio generado por la concentración de la mayor parte de la oferta con firmeza en la Costa, al tiempo que la mayor demanda se encuentra en el interior, lo que provoca importantes asimetrías en el mercado. También ha quedado al descubierto la falta de un mercado secundario sólido y las limitaciones en infraestructura de transporte, almacenamiento y regasificación para las importaciones de gas.
Pero si el enfoque del gobierno sigue siendo erradicar la exploración y producción de hidrocarburos en el corto plazo, estas restricciones estructurales se acentuarán, profundizando aún más la inestabilidad energética del país.
Lamentablemente, la política vigente, en lugar de fortalecer este sector estratégico se orienta a apagarlo prematuramente, mientras que países líderes en transición energética como Noruega, Alemania e Inglaterra contrariamente han intensificado su desarrollo gasífero, conscientes de que este es el mejor respaldo para garantizar una transición segura y efectiva.
Por ahora, Colombia seguirá perdiendo soberanía energética frente al gas, dependiendo progresivamente de las costosas importaciones de gas natural licuado (GNL). Esto ocurre sin contar con una regulación afinada ni con la infraestructura de regasificación pertinente para esta importación en continuo crecimiento. Si el país no replantea con urgencia su política energética, el gas natural, lejos de ser el puente hacia una transición segura, se convertirá en el símbolo de una crisis evitable pero no atendida oportunamente con rigor y responsabilidad.
Por: Iván Darío Arroyave* *El autor es consultor empresarial. Se ha desempeñado como presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia, decano de postgrados de la Universidad EIA, director de posgrados en finanzas de la Universidad de la Sabana y consultor del Banco mundial.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia
0 comments:
Publicar un comentario