La medicina en el Eje Cafetero: los primeros años

 

LA MEDICINA EN EL EJE CAFETERO: LOS PRIMEROS AÑOS 


 


Por: Orlando Mejía Rivera

 

La colonización antioqueña fue un fenómeno particular en el contexto histórico de la nación colombiana. De un lado refleja el espíritu andariego, emprendedor y aventurero de sus habitantes, por otra parte se explica por circunstancias políticas económicas y sociales:

1. Las alianzas entre latifundistas y comerciantes.

2. El poder de los títulos y concesiones de origen colonial que ejercieron presión sobre los nuevos colonos.

3. La influencia hegemónica de la Iglesia Católica y sus estrechos nexos con el partido conservador.

4. Un sentimiento de unidad cultural regional que se manifestó en la preservación y continuación de las costumbres heredadas de los ancestros (Giraldo Zuluaga, 1983; Ocampo Trujillo, 1988; Valencia Llano, 1990).

Esta "antioqueñidad" explica la presencia de conductas y saberes que impregnaron a las comunidades del Eje Cafetero en relación con la salud y la enfermedad. Lo anterior influyó también en la manera como convivieron en esta etapa las prácticas médicas de origen popular y el incipiente desarrollo de la medicina académica y científica.

Juan B. Londoño, en 1896, describe en los Anales de la Academia de Medicina de Medellín los diferentes tipos de médicos de la región así:

1. Los charlatanes y curanderos, los cuales se subdividían en: a) los chacareros que usan fetiches; b) los yerbateros  y c) los sobanderos.

2. Los aficionados o empíricos (Restrepo Cuartas, 1984: 88)

 

En 1881 el doctor Manuel Uribe Ángel dijo: “Lo que nosotros llamamos charlatanes es, en resumen, todo lo que había respecto al arte de curar en el territorio antioqueño, hasta el fin del primer cuarto de la centuria en que vivimos (Uribe Ángel, 1926: 18-18). Sin embargo una cosa son los chacareros, que recuerdan su filiación imitativa con los mohanes indígenas y los curanderos negros; y otra muy distinta los yerbateros y sobanderos, que expresan la recursividad y pragmatismo de la mentalidad antioqueña. De hecho, el empleo de las hierbas medicinales hizo parte de una tradición muy arraigada en los colonos.

En los distintos pueblos que se fueron fundando construían sus casas y nunca faltaba la huerta donde, al lado de las plantas alimenticias y las ornamentales, eran sembradas las hierbas medicinales: el poleo, la manzanilla, la albahaca, el apio, el cidrón, el limoncillo, el llantén, la malva, el paico y el saúco. En Manizales fueron famosos los yerbateros Ambrosio Cortinas, el doctor “poleo", el “yerbatero Marín" y, en especial, Israel Rojas que según Alzate López “escribió un folleto titulado Las plantas que curan y las plantas que matan" (Alzate López, 2007: 28). En Pereira y Calarcá dominaba don Teófilo que tenía fórmulas específicas para cada dolencia. Por ejemplo:

Para los nervios: pócimas de ramas de cidrón, toronjil, mejorana, hierbabuena y demás ramas aromáticas. Para el daño de estómago: una bebida de cáscaras de guayabo agrio, una berruga que producen las moras de castilla, revueltas con almidón de yuca. Para la tos persistente: los limones biches en agua de panela, revolviéndoles flores de caracucho, hojas de eucaliptos, ramas de orozú y un poco de sáuco. (Grisales, I985: 22)

Los aficionados o empíricos eran personas que leían libros de medicina, consultaban guías o manuales de salud que tenían el título genérico de “La Medicina sin el médico”, conocían las recetas populares hechas con hierbas medicinales y poseían, la mayoría de ellos, un deseo auténtico de curar al prójimo. El modelo de este prototipo de empíricos, o “médicos prácticos”, lo retrató de manera magistral el doctor Uribe Ángel al recordar a su primer maestro: don Nicolás de Villa y Tirado, quien se curó a sí mismo un “cancroide” de la nariz luego de estar encerrado leyendo libros de medicina y “salió tres años después no sólo enteramente sano de su dolencia, sino también docto y perito en el arte del curar.” (Uribe Ángel, 1936: 23).

 

Notables y respetados empíricos fueron, entre otros, Juan A. Henao en Salamina; Hilario Patiño, Manuel Urrea, José Joaquín Baena, Tomás Uribe y Eloy González en Manizales (Jaramillo Arango, 1924); Delfín Cano, Federico Uribe y Alcides Campo en Pereira. Todos ellos fueron líderes cívicos y con la llegada de los primeros médicos graduados supieron remitirles aquellos enfermos que no podían diagnosticar o curar. Sin embargo, varios de ellos continuaron con su práctica clínica y no se dejaron amilanar ante los flamantes títulos académicos de sus colegas venidos de París, Bogotá, Medellín. De hecho, Jaime Mejía Mejía cuenta que recién graduado conoció a Don Delfín Cano quien: 

A pesar de ser un médico práctico, como se llamaba pomposamente a los intelectuales diletantes de la medicina, estaba suscrito a las revistas médicas francesas y españolas, que yo no conocía pero que, después de nuestra “simbiosis” profesional fueron, naturalmente, de mayor valor para mí. Los conocimientos y las novedades de dichas revistas eran las armas que el médico práctico esgrimía contra los médicos doctorados que habían llegado a los contornos y que, sorprendidos por los conocimientos al día, que lucía médico empírico, los desconcertaba y trataban de buscar otros medios con menos críticos. (Mejía Mejía, 196o: 156)

Los primeros médicos graduados del Eje Cafetero llegaron luego de formarse en París, Bogotá y, años después, en la Escuela de Medicina de Medellín. A su vez, como refiere Emilio Robledo, el doctor José Merizalde fue “el maestro de los profesionales nacionales que se establecieron en Antioquia” (Robledo, 1924). Merizalde nunca defendió a Broussais y quizá por esto, además de otros factores, no se encuentra en ninguno de ellos huellas de la famosa teoría nosológica de Broussais.

En la tradicional disputa nosológica entre la teoría del francés Broussais y la del inglés Brown la situación en el Eje Cafetero debió ser un tanto atípica con relación al resto del país, pues el grupo médico inglés que se asentó en Marmato y alrededores defendía al parecer la teoría de Brown, como ha referido Emilio Robledo en su ensayo La medicina en los departamentos antioqueños (1924).

Sin embargo, ¿Hasta dónde estas dos teorías tuvieron una verdadera importancia en la práctica de la medicina en Antioquia? Por un lado, el doctor Manuel Uribe Ángel refiere que:

El reinado de la medicina de Broussais, en Antioquia, tuvo su término entre los años 1852 y 1853, siendo preciso advertir que, aunque medicina casi exclusiva, tuvo desde el principio el correctivo de la doctrina inglesa, representada por los doctores Jervis y Williamson, que practicaban al mismo tiempo que nuestros compatriotas. (Uribe Ángel, 1936: 55)

Pero si esto es así, la influencia de ambas teorías debió ser poco significativa en el desarrollo de la medicina en la región, porque en la década del cincuenta del siglo XIX apenas se estaba construyendo la estructura de la medicina científica sobre las prácticas aisladas de empíricos o la influencia de la herbolaria popular en la mayor parte de las poblaciones del futuro Eje Cafetero.

Además, al poder conocer varios libros usados por los médicos del Eje Cafetero en las décadas de los setenta y ochenta del siglo XIX (por ejemplo, La guía del médico práctico o resumen general de patología interna y de terapéutica aplicadas (1852) de Valleix (Valeix, 1852); o el Manual de Patología y de clínicas médicas (1867) de Tardieu (Tardieu, 1867); o Las lecciones de clínica médica de Jaccoud (Jaccoud, 1886) lo que se encuentra es que se observa la clínica francesa liberada de la teoría de Broussais y más bien se identifica la presencia del pensamiento de un Laennec, un Pierre Louis y un Bichat, que combatieron y refutaron la teoría de Broussais.

Entonces, me parece que la denominada disputa entre la “escuela francesa" y la “escuela inglesa'' en los médicos antioqueños no puede ser entendida de manera reduccionista como la disputa entre “la teoría de Broussais'' y la "teoría de Brown" y ni siquiera pienso que hay elementos objetivos, por lo menos en el Eje Cafetero, para decir que la “medicina francesa” rivalizó con la “medicina inglesa”.

Lo que se observa es el predominio durante toda la última mitad del siglo XIX de la clínica francesa. Incluso, es importante recordar que, como refiere Garrison en su Historia de la medicina (1922), los “clínicos ingleses de la primera mitad del siglo XIX asimilaron las ideas de Laennec y de Bichat en su práctica…”  (Garrison, 1922: 18).

En realidad, lo que predominó fue una mentalidad anatomopatológica y la influencia de la clínica francesa entendida como aquella que enfatizaba en el valor de la experiencia propia y en la necesidad de comenzar a desarrollar una medicina racional, académica e ingeniosa en la resolución de problemas diagnósticos y terapéuticos autóctonos.

En estos años varios de los médicos nacionales y extranjeros que llegaron al Eje Cafetero lo hicieron para vincularse a la Compañía Inglesa de las minas de Marmato. Luego se desplazaban a otras poblaciones vecinas y terminaban habitando de manera transitoria o definitiva en la región. Este hecho explica, en buena parte, la alta calidad académica de los primeros médicos graduados.

Uno de los primeros médicos en llegar a Manizales fue Justiniano Montoya, graduado en París, quien debió atender los heridos de ambos bandos en la guerra del año 1860 entre Mosquera y su Ejército del Cauca y las fuerzas conservadoras de Antioquia. Luego arribó Ricardo Escobar Ramos, graduado en Bogotá, quien llegó a trabajar a Marmato y en 1875 se trasladó a Manizales hasta 1879 cuando fue llevado preso a Medellín por el ejército liberal. Su gran aporte a la ciudad fue haber sido uno de los mecenas y cofundador del primer hospital que tuvo Manizales. Además, se interesó por el valor terapéutico y comercial de las aguas termales de “EI Ruiz".

Alejandro Londoño, médico de la Compañía Inglesa de Marmato, luego fue nombrado “prefecto” del sur de Antioquia y vivió en Salamina hasta 1876, cuando debió ir a Manizales a entregar la ciudad al general Julián Trujillo. Se ubicó allí y fue uno de los primeros cirujanos reconocidos en Pereira y Manizales. Antonio J. Naranjo, se graduó en París con una tesis titulada De Faccion Physiologique du cloroformo y de Son aplicatien anxaccouchements.

Fue profesor de Histología en la Escuela de Medicina de Medellín en 1873 y luego viajó a Manizales donde ejerció la profesión y en 1885 fue nombrado Contralor del Hospital Militar. Regresó a Medellín y murió en 1889. Ricardo Jaramillo Arango dice de él que: “El título en París le dio una aureola de saber, que quizá no correspondía a sus aptitudes" (Jaramillo Arango, 1924: 74).

Ramón Arango y Francisco Velásquez se graduaron en la Universidad de Antioquia en la promoción de 1879. Arango fue un cirujano muy talentoso. Cuenta Robledo que él en compañía de Tomas Henao “implantó en Antioquia el método listeriano en 1883, en la operación de un absceso hepático” (Robledo, 1924).

Velásquez es el pionero en esta capital de la obstetricia. Juan de Dios Uribe se graduó en Medellín, luego viajó a París, regresó y combatió en el Ejército del Sur. En 1876 se trasladó a Manizales e hizo una trepanación craneana. Según Robledo fue el primero en usar el doral como anestésico. Mario Arana fue un médico homeópata y político destacado.

De los médicos extranjeros sobresalen los ingleses Jervis, Fergusson, Durand, Williamson, Whitefford, Mc Ewen y Treherne. La mayoría de ellos tuvo que ver, en sus inicios, con la Compañía Inglesa que explotó las minas de Marmato y sus alrededores.

El más destacado y polémico de ellos fue William Jervis. Este llegó a Colombia en 1826 y defendía la teoría de Brown de dividir las enfermedades en esténicas o por exceso de estimulación y en asténicas o por defecto de estimulación. A las primeras les prescribía opio y a las segundas alcohol. Boussingault, el sabio francés que fue su amigo personal, insinúa que cuando lo conoció Jervis era adicto a las dos sustancias, aunque luego una mujer de la cual se enamoró lo hizo abandonarlas.

Sin embargo, también fue un médico de innovadores procedimientos terapéuticos. Emilio Robledo cuenta que fue el primero en usar el cateterismo vesical para la retención urinaria y ayudó a la amputación de la extremidad inferior de un paciente mediante la colocación, durante 15 días, de una banda impregnada de ácido nítrico alrededor de la región tibial anterior. Uribe Ángel refiere que de Marmato pasó a Medellín y allí demostró que “su instrucción llegó a ser enciclopédica; medicina y cirugía propiamente dichas, ciencias naturales, lenguas modernas, política y literatura en el sentido bello de esta última expresión, todo llegó a serle familiar y en todo era aventajado”.

Mas adelante Uribe Ángel sintetiza la importancia que tuvo él para la medicina de la región: “Representaba para nosotros el mismo papel que el doctor Cheyne en Bogotá...”. Su único fracaso significativo fue al parecer en el tratamiento de “la disentería maligna de los trópicos" (Uribe Angel, 1936: 61-62).

Imagen: -Antiguo hospital de Manizales, en 1910. Archivo de Albeiro Valencia Llano.

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Fuente: SMP Manizales 1912-2022: “Ciento Diez Años de Civilidad”.

 

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