MANIZALES: 20 AÑOS DE TEATRO Y UNA BREVE
HISTORIA
Por Liliana
Hurtado Sáenz[1]
Hablar del panorama del teatro en Manizales es una misión que me
han encomendado para hacer la presente reseña y que significa en verdad una
gran responsabilidad, por cual me limitaré a narrar mi experiencia y mi
vivencia personal durante los veinte años que llevo viviendo en esta ciudad,
tiempo en el cual he tenido lo oportunidad de desempeñarme en la vida artística
y académica de las artes escénicas de Manizales. Por lo tanto, no se trata de
un escrito histórico, absolutista y mucho menos pontificante. Será más bien un
reflejo de mi práctica y percepción, incompleta por los baches de mi memoria,
la que conduzca este relato.
La llegada
En el año 2002 llegué a Manizales y fui vinculada como docente de
planta de la Universidad de Caldas después de haber sido seleccionada en un
concurso de méritos realizado por la mencionada alma mater. Gané la plaza tras
un arduo proceso de selección para hacer parte del naciente programa de la
Licenciatura en Artes Escénicas con énfasis en teatro y del Departamento de
Artes Escénicas. El consabido programa no había iniciado su primer semestre y
me correspondía desempeñarme como docente en varios frentes de las artes escénicas.
Al llegar a la unidad académica me topé con quienes serían mis
compañeros de trabajo, en su mayoría creadores teatrales de la ciudad, quienes
hacían o habían sido protagonistas del movimiento teatral de Manizales desde
hace varias décadas: Oscar Jurado, Antonio Leiva, Gilberto Leyton, Leonardo
Arias, entre otros; y algunos de otra disciplinas como Claudia Leguizamón,
profesional en danza y Felipe Millán, profesional de la artes plásticas con
especialidad en vestuario; un equipo que
había diseñado y hecho aprobar ante el Consejo Superior de la Universidad de
Caldas la Licenciatura en Artes Escénicas con énfasis en teatro, un programa
que intentaba colmar las expectativas y las necesidades de la región centro
occidente del país en el área del teatro, con un importante componente
pedagógico.
A pesar de mi origen foráneo y de ser la única profesional con
título universitario en teatro, me integré al equipo con la confianza y
seguridad que me dieron personas de teatro con una formación empírica a la que
no era ajena. Provengo del aprendizaje en los grupos de teatro de Bogotá y mi
herencia es la creación colectiva donde conocí y aprendí de muchos maestros y
maestras hechas a pulso en las tablas, en la reflexión grupal, en la disciplina
y el misticismo de la creación y la otredad. De tal manera que mis parámetros
para relacionarme con mis nuevos compañeros nunca fueron los títulos
universitarios, pero si la rigurosidad y la capacidad de escucha y acción en la
construcción de utopías teatrales posibles. Fui recibida en este grupo
variopinto con una dosis de cautela, pero llena de entusiasmo ante un proyecto
académico tan esperado en Manizales, la llamada “Ciudad del Teatro”.
La Ciudad del Teatro
Yo había venido a Manizales varias veces a propósito de su famoso
Festival de Teatro, primero como espectadora ansiosa por conocer el trabajo
artístico de las principales compañías teatrales de Colombia y el mundo, y
luego como parte de alguno de los elencos bogotanos invitados al festival.
Tenía en mi cabeza el recuerdo de una ciudad festiva, amable, cívica y culta.
De inmediato me di a la tarea de contactarme con los grupos y salas que
seguramente tendría la “Ciudad del Teatro”, pero la decepción fue grande cuando
descubrí que la movida teatral de esta hermosa ciudad no era lo que se vivía en
los tiempos del festival que conocí.
Los teatreros locales, a pesar de su incuestionable
profesionalismo y tradición, no contaban con salas de teatro formales, ni con el apoyo de los entes gubernamentales
de la cultura, sobrevivían a punta de terquedad y tesón en espacios alquilados
y adaptados de manera informal, pagando arriendo y servicios del propio
bolsillo para ofrecer sus producciones ofertadas a un público sumamente
difícil, que si bien era cierto abarrotaba las salas oficiales en tiempos de
festival, el resto del año hacia caso omiso a una programación local que
seguramente no les resultaba atractiva ni daba el goodwill que ofrecía
el ingreso a los teatros de Fundadores, Confamiliares o al auditorio principal
de la Universidad Nacional, espacios de casi imposible acceso para los grupos
locales a quienes les tocaba buscar lugares alternos para montar sus obras,
empezando por sus propias viviendas.
Esta era pues la llamada “Ciudad del Teatro”, no se diferenciaba
mucho del panorama nacional. Yo venía de co-fundar y trabajar con un grupo
durante 20 años en Bogotá, teníamos una sala independiente y conocíamos a la
perfección las vicisitudes de estas quijotescas empresas; había sufrido en
carne propia la precariedad de las políticas culturales y la tragedia que
significaba mantener una programación, hacer creaciones y encantar el público.
La carrera profesional en Artes
Escénicas
Manizales era pues el reflejo del país en toda su expresión
cultural local, de tal manera que no tuve mayor inconveniente en integrarme,
darme a conocer y poner a disposición mi experiencia, pasión y energía para
comenzar a aportar al medio teatral. Allí conocí grupos y personas de recorrido
como Punto de Partida, Actores en Escena, el Tich, Yolanda Arias, Jairo Gómez,
Giovany Largo entre muchos otros, todos ellos gente maravillosa llena de
talento y experiencia forjada en los grupos y en la terquedad que nos
caracteriza a los teatreros; muchos de ellos se vincularon a la academia e
hicieron parte del cuerpo docente de la licenciatura. Vivimos momentos
imposibles de borrar de la memoria donde entre todos llevábamos adelante el
sueño de una carrera formal en teatro en la mentada “ciudad del teatro”. Pero
los procesos académicos llevan tiempo y no se pueden producir artistas,
hacedores culturales y licenciados en un abrir y cerrar de ojos. No solamente
era necesario consolidar un equipo docente diverso y multidisciplinar sino
entrar a dialogar con otros puntos de vista, tendencias y formas de hacer, de
tal forma que a la carrera se unieron profesores provenientes de otras ciudades
con experiencia en otros programas de escénicas y con recorrido artístico en
otras latitudes, los cuales fortalecieron nuestra carrera y en la medida que avanzábamos, el pensum original
se fue modificando con la intención de mejorar y estar a la par con otros
programas ya muy avanzados en el país y Latinoamérica con los cuales hicimos
importantes alianzas, intercambio y proyectos conjuntos.
Hoy la carrera cumple veinte años de funcionar y puede decirse con
orgullo que tras tres reformas al pensum, la renovación del registro calificado
y la acreditación de alta calidad, hoy
es una de las carreras en artes escénicas más destacadas del país, con un
Festival Internacional de Teatro Universitario propio que este año cumple su
versión número 17, un grupo de investigación categorizado en A por Minciencias
que ha desarrollado investigaciones importante en el área, innumerables
proyectos de proyección que nutren la programación cultural de la ciudad,
además de colectivos artísticos profesionales conformados en su mayoría por
docentes del departamento que se proyectan con producciones a nivel nacional e internacional, variedad de
semilleros de investigación en artes que gestan discursos y formas de hacer
propias, esfuerzos editoriales como la Revista Colombiana en Artes Escénicas y
la colección dramatúrgica “ La Pluma de tespis”
entre otros medios importantes de reflexiones teóricas sobre los
procesos de investigación- creación. Por otra parte, tenemos el gusto de contar
con una gran cantidad de egresados que se han destacado a nivel nacional e
internacional en medios como el cine, la televisión y la docencia en
universidades y colegios.
La movida local
Pero volviendo a la movida local del teatro, después de estos
gratificantes veinte años puedo destacar varios hechos importantes, primero el
gran papel que juegan los grupos históricos de la ciudad como Actores en
Escena, Punto de Partida, El Escondite, El Tich, X2 Teatro, entre otros, quienes
con su persistencia, tesón y experiencia dan ejemplo a las nuevas generaciones
y quienes se constituyen en un referente necesario. Por otra parte, el papel
destacado que juegan los egresados de la licenciatura en artes escénicas en la
conformación de nuevos colectivos escénicos que se posicionan dentro del
movimiento teatral manizaleño. Jóvenes con propuestas refrescantes y variadas
que buscan y consolidan su propio estilo y tendencias. También le apuestan a la
aventura incierta de abrir nuevas salas de teatro, con los precarios recursos
que brindan a nivel local y nacional. Ellos han hecho importantes alianzas con
personas del oficio y artistas de disciplinas afines para formular sus
proyectos culturales.
Para mencionar algunos ejemplos, encontramos agrupaciones como
Caza Retazos, Ópalo Teatro, Los Chicos del Jardín, Viraje Compañía, Pata de
Conejo compañía, La Luciérnaga, Hurón Teatro, Icono Teatro, al igual que
colectivos de títeres, danza y un importante movimiento de grupos dedicados al
circo. Ellos en un trabajo mancomunado
de todos las hacedores teatro de Manizales , buscan unificar y visibilizar el
movimiento teatral con iniciativas tan valiosas y apropiadas como son “la ruta
del teatro”, El festival Intercolegiado de Teatro, El Festival de Internacional
de Títeres, la celebración del día internacional del teatro, el Festival de
Monólogos y otras tantas iniciativas culturales que ofrecen programación
permanente a la ciudad, donde finalmente se ha gestado un público propio que no
solamente acude al teatro en tiempos de Festival .
¿Y el festival qué?
Y a propósito de la relación con el Festival de Teatro de
Manizales, debo decir que no ha cambiado mucho, aunque es importante reconocer
que su presencia y persistencia a permitido tener acceso a espectáculos
valiosos y al encuentro con hacedores de otras latitudes, lo mismo que ha
posibilitado la formación de muchos de los hacedores teatrales en áreas como la
producción, la logística, el diseño y montaje de iluminación y escenografía
teatral y la gestión cultural.
Me permito citar las palabras escritas por Rubén Darío Zuluaga[2] quien durante
muchos años fue profesor de la Licenciatura y además director de la Revista
Colombiana de Artes Escénicas, a quien referiré textualmente en algunos
fragmentos con una sesuda reflexión a propósito del tema
mencionado:
La única manera de forzar una importante muestra de los grupos
locales y nacionales es que haya cláusulas en los apoyos para que se realice,
bien sea del Ministerio de Cultura o de algún gerente de la oficialidad en
Manizales que se aparte del criterio general. También, es posible ver una
amplia muestra cuando el déficit del Festival llega a sus límites, entonces
caben todos, hasta los grupos comunitarios… En Manizales los presupuestos para
el teatro y, en general, para la creación en artes son pírricos, y en teatro se
justifica más su “minimalismo”. Lo que les da caché a los gobernantes son los
grandes eventos y están convencidos de que apoyar el teatro local es una
pérdida de recursos (…) En consecuencia, los jóvenes en la ciudad sienten que
no es importante dedicarse al arte, porque lo más trascendente siempre es lo
que viene de afuera y se paga en dólares. Por ello, en Manizales no hay público
para el teatro local en época distinta al Festival. De esto no es responsable
el evento de manera directa, pero es una consecuencia real, al contrario de la
“verdad” que se vende como publicidad del Festival, diciendo que crea público
para el teatro local. (Zuluaga, 2017. Pp. 169-179)
Así pues, finalizo este breve texto de veinte largos años vividos en
esta siempre maravillosa “Ciudad del teatro” porque para quienes nos dedicamos
a este difícil arte siempre habrá un espacio y un espectador dispuesto a vivir
el teatro y disponer sus sentidos a la aventura de la creación.
[1] Magister en Escrituras Creativas, Especialista en Cultura en Sociedad
en América, Maestra en Artes Escénicas, Profesora Titular del Departamento de
Artes Escénicas de la Universidad de Caldas. Dramaturga, actriz y directora de
teatro con más de 30 años de experiencia escénica y docente.
[2] Zuluaga Gómez, R. D. (2017). Festival Internacional de Teatro de
Manizales 1968-2018: Festival años sin cuenta. Revista Colombiana de las
Artes Escénicas, 11, 169 - 179.
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