Padre Adolfo Hoyos Ocampo, el líder del civismo.

 

PADRE ADOLFO HOYOS OCAMPO, EL LÍDER DEL CIVISMO.



Por: José Germán Hoyos Salazar*

El Padre Adolfo Hoyos Ocampo, dejó huella perenne en la conciencia ciudadana, el verdadero líder, el hacedor, el acicate de una raza que quería llegar más allá y a la fe que lo logró. Hizo del civismo la amistad con todos, de la presencia espiritual y sin reservas en todas las actividades de la vida circundante, una parte de su sacerdocio. Desde la más temprana adolescencia se destacó por su amor a las obras serias y útiles, donde encontró un único y verdadero deleite. Fue un sembrador de ideas magnánimas, un valiente soldado de Cristo y un ciudadano ejemplar.

Abanderado de las mejores causas al servicio de la comunidad, gestor y constructor de la Catedral de Manizales, símbolo de progreso, voluntad de servicio y de solidaridad con las gentes pobres de la ciudad, pastor de la Iglesia Católica, virtuoso sacerdote que consagró su vida a la cátedra religiosa y el promover el engrandecimiento de Manizales y Caldas.

Su vida representa varios lustros de nuestra historia. Trabajó sin descanso por Manizales, aldea convertida en gran ciudad; por el departamento de Caldas unido y transformado en el más importante de Colombia en su época; por la de la Iglesia episcopal, por la historia de nuestras gentes con sus alegrías y dolores, esperanzas y esfuerzos siempre vinculada al desarrollo de la comunidad.

Empieza a figurar el padre Hoyos con cargo de responsabilidad eclesiástica el 5 de diciembre de 1922, día de la posesión del segundo obispo de Manizales Monseñor Tiberio de Jesús Salazar y Herrera, cuando en su primer decreto asigno al joven sacerdote el cargo de secretario del Obispado y Notario Eclesiástico. Dos días después del incendio de la Catedral, ocurrida el 20 de marzo de 1926, el obispo celebró la Santa Misa sobre el atrio aún humeante y nombró la junta de reconstrucción de la nueva catedral, encomendó al Padre Hoyos la coordinación general y ejecutiva de la gran obra, a la cual, el joven presbítero se entregó con cuerpo y alma hasta verla culminada su obra gris en 1939. El 28 de febrero de 1931fue nombrado cura párroco y vicario foráneo de catedral, cargo que desempeñó hasta su muerte acontecida el 30 de mayo de 1970.

La Catedral de Manizales se levantó ante el escepticismo que no creía verla terminada. Por sus dimensiones, no se pensó en que el Padre Adolfo Hoyos Ocampo llegara a entregar el templo concluido. Si grande fue el esfuerzo económico, es más notable aún la obra de coordinación de arquitectos y obreros. Se propuso defender los planos del profesor Polty, evitando que fueran desvirtuados por aparentes razones económicas o artísticas. Nadie logró detenerle, ni siquiera lo sobrehumano del empeño. Fue así como se propuso, levantar un monumento a la fe y con base en donaciones, semanas cívicas y el entusiasmo que puso en la obra, logró erigir, la ya famosa Catedral, que se tornaría en el símbolo de la ciudad.

Tuvo a su cargo varias funciones eclesiásticas y siempre humilde, rechazó varias veces postulaciones para altas jerarquías. Nunca abandonó su traje talar, su mayor devoción fue la Santísima Trinidad a la que le atribuía grandes favores recibidos. Su otro gran amor, fue su señora madre, a quien rodeaba con los más solícitos cuidados.

Ingresó como socio activo a la Sociedad de Mejoras Públicas, en el año de 1924. Fue su institución preferida, la cual presidió durante diez períodos y permaneció en su junta directiva hasta el momento del encuentro con el creador. Este campeón del Civismo, siempre fue el líder natural que no requería de antesalas, que aglutinaba a todo el conglomerado sin discriminaciones.

Toda empresa que significara cultura material y espiritual, todo lo que coadyuvara al buen nombre y a la promoción de las gentes de la comarca, tuvo en él su natural pionero y su máximo realizador.

A través de ella lideró numerosas campañas de progreso, como la carretera Panamericana, la carretera al Pacífico que propuso Gustavo Robledo Isaza y denominaron “Por Caldas al mar”, aeropuertos, fundación de colegios y universidades, centrales hidroeléctricas, desarrollo turístico, parques, avenidas y muchas obras para el desarrollo.

Favoreció a las clases sociales, especialmente el campesino y barrios deprimidos como Arenales a la que convirtió más tarde en el Barrio El Carmen, con su templo parroquial. Organizó asociaciones, patronatos y juntas progresistas, desde los lustrabotas, empleadas domésticas y mendigos.

De ejemplar, se ha llamado la labor del Padre Hoyos Ocampo en las veredas de Manizales. Con los trabajadores constituyó lo que llamaron "Centros Católicos de Obreros y Campesinos", con finalidades religiosas y sociales. Primero se constituyó el "Centro del Tablazo", después de este surgió el de "San Peregrino", más tarde el de "La Aurora" y así se fueron difundiendo hasta abarcar "La Trinidad", "La Cabaña", "El Salado" y "El Salvador", entre otros, promoviéndolos hasta lograr dotar varios de ellos, con capilla, escuela, centros de higiene, inspección de policía y otros servicios que se consiguieron con el liderazgo social y religioso de este importante dirigente.

Y cómo no ponderar el mes de junio, con la procesión del Sagrado Corazón, grandiosa por el caudal humano, cuando peregrinos de todos los contornos del departamento acudían a la capital, para rendirse a los pies del Redentor. Dio a las procesiones un sello de esplendor y de nobleza que la hizo famosa por todo el territorio nacional.  Cada vez vinieron más prelados y arribaron más delegaciones de departamentos y municipios vecinos. Fue, por excelencia, la más fervorosa y franca manifestación católica de nuestro pueblo.

Adolfo Hoyos Ocampo en sus momentos de agonía bien pudo recordar su obra con las palabras de la poetisa Blanca Isaza de Jaramillo Meza, cuando en hermosa apología al monumento más destacado erigido a Cristo en la ciudad dijo: "Esta catedral la hemos fundido en hierro y en cariño; la hemos alzado en cemento y en espíritu; la hemos fraguado en moldes de constancia y de generosidad; la hemos hecho de corazones y de orgullo. Es como si a los hornos donde se fundió el acero le hubiéramos tirado puñado de rosas, como si hubiésemos mezclado alas de libélula a las trituradoras donde la piedra se volvía bloques de eternidad; la hemos ceñido de palomas para que no nos intimide la grandeza; la hemos puesto un zócalo de azaleas para suavizar la arrogancia de su arranque pétreo; la hemos hecho fuerte, fina, maciza, amplia y esbelta; con algo de voluta de incienso y de navío anclado en ensenada de colinas; tiene de vergel místico porque en el plinto de sus torres los ángeles se alzan con la gracia pura de los lirios, de las parábolas y tiene de panorama marino porque su torre central es como un faro que tuviera por eterna luz el crucifijo".

Adolfo Hoyos Ocampo, pudo recordar cómo se curvo el hierro sobre esquema de nardos, cómo se moldeo el cemento en formaletas de canción, cómo se ha pulido la piedra con esmeriles de música. Desde la eternidad puede observar que todos hemos seguido trabajando para ella; todos hemos sido generosos para seguirla levantando; los ricos y los proletarios, los humildes y los obreros, la dama elegante y la campesina humilde, el artista y el hombre anónimo; todos hemos llevado a esa casa de nuestra fe y nuestro orgullo, como al hogar propio, lo mejor de nuestro afecto, la ilusión del mañana, el dulce recuerdo del pasado y la constructiva acción del presente.

Este pueblo agradecido adjudica la medalla del civismo eterno con el entusiasta y universal aplauso que mira en la persona del Adolfo Hoyos Ocampo a una de las más ricas voluntades cívicas de la ciudad, manizaleño integral, servidor de nuestra ciudad, tiene conquistado en la vanguardia de los hijos predilectos de Manizales un puesto definitivo, que cada día adquiere más dilatados contornos en el reconocimiento ciudadano.

Si toda una vida de apostolado evangélico son lo bastante para realzar sus grandes méritos como ministro de Cristo, no son menos ni pueden echarse fácilmente al olvido sus magníficas ejecutorias cívicas y sus desvelados afectos para servir con eficacia y decisión los intereses vitales de esta capital y de la sociedad en general.

A su empeño denodado y a su fe inquebrantable, justo es reconocerlo, se debe la realización de la valiosa joya que orna la Plaza de Bolívar. Este solo hecho basta para que su nombre se perpetúe con toda justicia en el pensamiento de las presentes y venideras generaciones.

Siempre pensó y vivió para ser paladín del civismo de esta ciudad y quien la sintió más que si fuera propia, llegando a afirmar, en el discurso con que agradeció la Cruz de Boyacá que le otorgó el Gobierno Nacional y le impuso el Doctor Fernando Londoño Londoño, en calidad de Ministro de Gobierno, que “estando Manizales de por medio, nadie puede disputarme el campeonato en el amor a la ciudad materna”. Ciudad de sus sueños, de donde nunca quiso ausentarse, pues los honores ofrecidos no los aceptó, no por orgullo, sino por la humildad que lo caracterizaba.

En el Padre Adolfo Hoyos Ocampo queda enmarcado un trabajo, una acción y una obra imperecedera, herencia vital de una de las más claras inteligencias y valiosa unidad del clero colombiano que nacido en esta comarca dio lustre a su ciudad.

* Académico, y miembro del Centro de Historia de Manizales.

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 FuenteSMP Manizales 1912-2022: “Ciento Diez Años de Civilidad”.

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